Igualdad de derechos para todos y todas
Pronunciamiento del Colegio de Psicólogos de CBA sobre proyecto de Ley de
Matrimono.
Ante el inminente tratamiento en la Cámara de Senadores, el Colegio de
Psicólogos de la Provincia de Córdoba apoya la aprobación del proyecto del
matrimonio homosexual, que equipara las uniones civiles entre personas del mismo
sexo a las de las parejas heterosexuales.
Entre los aspectos progresistas del proyecto, que ha generado un importante
debate en nuestra sociedad, se encuentran el otorgamiento de derechos y
beneficios previsionales, licencias especiales y extraordinarias, asignaciones
familiares y obras sociales, entre otras cuestiones como el uso de bienes
compartidos.
Este proyecto establece el reconocimiento social, cultural y jurídico que
regula la relación y convivencia de dos personas del mismo sexo, con iguales
requisitos y efectos que los existentes para las parejas heterosexuales.
El principal punto que modifica este proyecto de ley es el Artículo 172 del
Código Civil, el cual estaría redactado de la siguiente forma:
"Es indispensable para la existencia del matrimonio el pleno y libre
consentimiento expresado personalmente por ambos contrayentes ante la autoridad
competente para celebrarlo. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y
efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente
sexo."
El Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba manifiesta:
PROYECTO DE LEY DEL MATRIMONIO CIVIL DE PERSONAS DEL MISMO SEXO
El proyecto de Ley contiene una serie de reformas al Código Civil, con la
finalidad de incluir el matrimonio civil de personas del mismo sexo, con
regulaciones en los aspectos que les permitirían constituir una pareja y una
familia en igualdad de derechos con los contrayentes de distinto sexo.
Como psicólogos, consideramos pertinente realizar algunas reflexiones acerca
del significado y las implicancias sociales, culturales y psicológicas de esta
propuesta.
En primer lugar, pensamos que donde haya un colectivo humano que mantenga
vulnerados sus derechos, corresponde legislar para garantizar la igualdad y la
no discriminación. Es cuestión de principios fundamentales en una sociedad
democrática, que pretende un camino de construcción de una ciudadanía plena para
todos/as, sin distinciones.
En segundo lugar, plantearemos algunas consideraciones a partir de las
ciencias sociales, que permitan un debate sin prejuicios en el seno de nuestra
comunidad.
Compartimos la concepción del hombre/mujer, como ser cultural. Nada más lejos
del ser humano, que considerarlo un ser natural. Los procesos biológicos o
naturales, solo nos proporcionan un aspecto de nuestra humanidad, que por otro
lado compartimos con los otros seres vivos. Lo que nos distingue, es haber
creado una cultura material y simbólica, que va más allá de la realidad
biológica. Vivimos inmersos en un mundo de significaciones que determinan
nuestra forma de percibir, de pensar, de hacer, y de interactuar con otros.
La pareja y la familia- como así también otras formaciones sociales-, son
productos de una cultura. Las instituciones sociales son creadas por la sociedad
ante las necesidades humanas.
Pero difieren en su constitución de acuerdo a cada cultura. Siguiendo a Max
Neef, lo que varían son los satisfactores creados por cada cultura, frente a las
necesidades humanas.
La familia constituye una estructura social creada para el sostén afectivo y
material de la cría humana, la cuál no podría sobrevivir sin ella. Además de
encargarse de la socialización y reproducción de la cultura como función social.
La familia ha adoptado diferentes formas en la historia y en las diferentes
culturas. La Antropología nos ha enseñado mucho al respecto. Como todas las
creaciones humanas, se ha ido transformando a lo largo del tiempo y adquiere
diferentes conformaciones en relación a cada contexto social, económico y
cultural. Una estructura se conforma por posiciones y funciones correspondientes
a cada lugar dentro de la misma, y esto es lo que permanece, independientemente
de quien ejerza determinada función.
Por ejemplo, últimamente escuchamos a los demógrafos y sociólogos hablar de
las “familias ensambladas” como un fenómeno de la época. Tantos son los cambios
culturales, que no hemos tenido tiempo de pensar nuevos términos para estos
parentescos originados por las familias actuales. Es así que muchas veces
tenemos que hacer largas descripciones o usar palabras inadecuadas a los nuevos
roles y relaciones,- como “madrastra” o “padrastro”-, que tienen connotación
negativa y no hacen verdadera referencia al vínculo afectivo existente.
Las comunidades pequeñas tienden a agrupaciones que incluyen a la familia
extensa, en algunos sectores las familias son monoparentales predominantemente,
otras veces la familia delega en otras instituciones parte de sus funciones. De
hecho, enviar a los hijos a la escuela, vino de la mano de la modernidad con la
creación del Estado Moderno, cediendo a esta nueva institución social, parte de
la socialización de sus miembros.
En tercer lugar, la ciencia también es un producto cultural. Ya lo señaló T.
Kuhn en su libro “Estructura de las revoluciones científicas”, adonde acuñara el
término Paradigma para referirse a las creencias subyacentes que comparte una
comunidad científica y que determina la producción de conocimientos, dando por
tierra la ilusión de la modernidad de la “objetividad” de la ciencia. Las
Ciencias Sociales, y no en desmedro de ellas, están atravesadas por paradigmas y
por el imaginario colectivo de cada época. Muchas veces, se comprenden los
hechos a posteriori de su ocurrencia. Su objetivo social es colaborar a la
construcción de una comunidad organizada, equitativa y creativa, donde todos sus
miembros puedan desarrollar sus potencialidades y alcanzar la mayor felicidad
posible en armonía y solidaridad con el conjunto social. La Psicología, como
ciencia social, comparte esta función.
Observamos así en cuarto lugar: las diferentes conformaciones familiares,
construyen subjetividades. Consideramos la subjetividad como el enlace y
articulación entre el psiquismo y la cultura.
Desde el punto de vista puramente psicológico, el niño necesita desarrollarse
dentro de una institución o estructura familiar que lo provea de afecto,
cuidados y herramientas socioculturales de tipo simbólico, que le permitan
integrarse a su comunidad mediante el lazo social. Es importante que esta
estructura provea de todos los elementos señalados, para el crecimiento y
desarrollo del infante, para lo cuál es necesario que dentro de la misma se
ejerzan las funciones y roles correspondientes. Por lo tanto, se trata de
posiciones y funciones dentro de la estructura, independientemente de quien las
ejerza.
Por ello, existen diferentes tipos de familias que no generan patologías
psíquicas, a pesar de no estar constituidas a la manera “tradicional”
(occidental y cristiana): padre, madre e hijos. De hecho, hoy es difícil
encontrar estas conformaciones en la sociedad actual. En nuestros espacios
laborales, consultorios públicos y privados trabajamos cotidianamente con las
familias disfuncionales y sus sufrimientos, que no dependen de este factor.
Años atrás, la práctica clínica con niños y familias se encontraba atravesada
por las separaciones y sus consecuencias a nivel escolar y social, muchas veces
con presencia de discriminaciones por su condición de “hijos de padres
separados” o “hijos de madres solteras”. ¡Cuánto malestar puede generar la
cultura!
Hoy estas situaciones parecen superadas, al menos en gran parte. Pero
aparecen nuevas, fruto de los cambios culturales, de los prejuicios y de las
realidades humanas que – en buena hora- permanecen en constante cambio y
transformación. Allí estará la Psicología, decodificando y entendiendo las
nuevas subjetividades, ayudando a la sociedad y a los individuos, atenuando el
sufrimiento y propiciando el bien común.
Considerando a S. Freud, podemos decir que las Leyes fundamentales de la
cultura en relación a la estructura familiar siguen vigentes: las leyes de
Prohibición del incesto y la de sostenimiento de la diferencia
intergeneracional. ¡Podemos estar tranquilos! Todavía podemos decir que somos
Normales…
Nos referiremos por último a un aspecto fundamental: el Paradigma de la
Normalidad, inaugurado por la modernidad. Producto de la ciencia positivista, e
inspirado en la estadística y su “curva de la normal”, se transfirió a la
comprensión de las ciencias humanas la idea de lo “normal” y lo “patológico”.
Así es que todo lo que caía en los extremos de la curva, en vez de ser
considerado simplemente diferente a lo común, fue tachado de anormal,
desechable, inintegrable a la sociedad. Surgieron de este modo los manicomios,
cárceles, escuelas diferenciales, etc., destinadas a segregar, aislar y encerrar
(M. Foucault) a las personas que no reunían los requisitos necesarios para la
nueva etapa capitalista. Esto es, que no podían ingresar al aparato productivo
generado por la Revolución Industrial.
Fue en este caso, donde a las ciencias sociales y de la salud- salud mental,
a quienes se les otorgó la función social de vigilar, castigar, controlar – y
por qué no- tratar a los “anormales”. Funciones paradojales y muchas veces
insostenibles ya que conllevan un “doble discurso” constitutivo.
Hoy nos encontramos, ante el desafío necesario de reconocer un derecho
conquistado, una libertad alcanzada, fruto del trabajo y del compromiso de las
organizaciones y de las personas, ampliando las oportunidades de bienestar para
todos, y construyendo un país más decente que no humille a ninguno de sus
ciudadanos.
Colegio de Psicólogos de la Provincia de Córdoba
Ovidio Lagos 163- Bº Gral. Paz
BOLETÍN DIGITAL N°59 / Martes 1 de Junio de 2010
Fuente: www.cppc.org.ar
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