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A las puertasYa estamos así, a punto de entrar en la “casa de las sorpresas”, el cuarto oscuro. Nuestro primer anhelo es que no se convierta en una nueva “casa de las cachadas”. ¿Con qué nos vamos a encontrar adentro? Por supuesto, antes que nada nos va a distraer la multiplicidad de boletas con o sin fotografías de los candidatos presidenciales. Sería recomendable omitir esos recuadros, porque ya tenemos muy vistos los rostros iluminados con triunfales sonrisas de optimismo (a excepción de Agüero, el mesías) en la costosa e invasora gigantografía. Pero, además, nos vamos a encontrar con el fantasma del futuro. Si estamos convencidos que por el voto nos hacemos responsables de ese futuro, buscaremos cuidadosamente las opciones que nos parezcan mejores, e introduciremos temblorosos los papeles de nuestra responsabilidad en el sobre que traspasará la incertidumbre y dormirá unas horas en el misterio de las urnas. Ese futuro del que muchos ya están descreídos, nos presenta hoy, a mi entender, dos panoramas fundamentales. Uno, el de las cosas logradas que no deben perderse. Otro, el de los errores que hay que corregir y las conquistas a que hay que lanzarse.
-el fortalecimiento democrático con que nuestro país está acompañando a otros latinoamericanos caracterizados por claros y mayoritarios pronunciamientos populares. -la dignidad recuperada en el trato internacional especialmente con Estados Unidos para el que hemos constituido el patio trasero, del que se puede retirar lo que uno quiera. -los gestos que han favorecido el restablecimiento de la memoria y la justicia, pasando por encima de la avalancha de los hipócritas reclamos de reconciliación urgente y olvidadiza, provenientes de los cómplices de ayer y los prolongadores de aquel tiempo de sangre. -la nulidad de los indultos, la inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida y punto final y la abolición del decreto que eximía a los genocidas de los juicios internacionales. -Las políticas que enfatizaron el desarrollo de la industria con el efectivo aunque insuficiente alivio en la tasa de desocupación. -el mantenimiento a toda costa y, sin medir esfuerzos para superar las pretensiones individualistas, de la comunidad del MERCOSUR no sólo con proyecciones económicas sino sociales, en el consenso de ideales de liberación y progreso.
-la permanencia en el modelo neoliberal, con el mantenimiento de la transferencia de lo público a lo privado, la no intervención estatal suficiente en el mercado laboral, la distribución inequitativa de la riqueza, los subsidios “parche”, los ajustes tardíos y mezquinos en pensiones y salarios devorados por la inflación real. -el papel de tantos empresarios formados en instituciones católicas que, a la hora de negociar, sólo piensan en sus intereses acumulativos, alentando el modelo de exclusión, a pesar de sus importantes donaciones de caridad. -La voracidad de capitales nacionales y extranjeros que no vacila en envenenar las tierras y las aguas, desmontar nuestros bosques naturales, desplazar a campesinos e indígenas, y están logrando postergar la aprobación de la ley de bosques. -la falta de transparencia en los procesos electorales, el clientelismo y la corrupción venal que no acaban de desaparecer, alimentados por el poder de turno y los punteros políticos. -la prescindencia del Congreso de la nación en el trato de la deuda externa, reduciendo el asunto a decisiones de Economía. -el temor a adoptar decisiones exigidas por las situaciones concretas en salud y educación cuando contrarían intereses eclesiásticos. Sin pretensiones de haber agotado todos los puntos de análisis, he ofrecido un enfoque que puede servir para comparación con otros y una decisión final absolutamente personal. |
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