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Amores que matan
Por lo general responden a una obsesión o capricho, más que a verdadero amor. Y en este proceso parece haber ingresado el Sr. Presidente al sostener la posición del gobernador de Misiones con respecto a la convención que debía decidir la reelección indefinida. En contra del juicio de los notables de Misiones que opinaban que el gobernador no podía seguir ni un día más después de concluir su mandato, el presidente se pronunció absolutamente en su favor, aún después de conocer que había una oposición muy seria y fundamentada de parte de un personaje que, por contraste, había crecido enormemente en el prestigio popular en los últimos años, el Obispo Joaquín Piñas. Su mentalidad progresista, su obra en favor de la justicia social, sus denuncias y su don de gentes habían ido exaltando su figura como obispo metido realmente en la realidad de su pueblo. Es conocido también que no gozaba de demasiadas simpatías entre sus colegas del episcopado nacional. Pero la circunstancia del enfrentamiento de larga data, entre la jerarquía eclesiástica y el gobierno nacional, era algo que debía ser tenido en cuenta, a la hora de hacer un pronunciamiento por amistad o conveniencia política.
Creo que el asunto de la reeleción o no, pasó inmediatamente a segundo o tercer plano. La oposición que está literalmente a la pesca de los pasos fallidos que constituyen el talón de Aquiles del estilo Kirchner, para reconstruir sus trincheras, encontró el terreno propicio para una convocatoria que dejara una vez más mal parado al gobierno nacional. Por otra parte las huestes eclesiásticas capitaneadas hábilmente por el Cardenal Bergoglio no dudaron alinearse detrás de Piñas con una visión sumamente acertada de que el enfrentamiento real seguía la misma línea de una iglesia que se sentía desplazada del poder en decisiones tan importantes como juicios sobre violaciones de derechos humanos, asuntos de moral sexual, complicidades con abusos y acosos sexuales, leyes de educación sexual y reforma educacional y hasta acusaciones sobre tráfico de niños. Con una visión táctica inmediata y clara, toda la iglesia conservadora se unió para defender la actuación de Mons. Piñas, aún en contra de un pronunciamiento vaticano desaprobando la ingerencia clerical en cualquier clase y nivel de política.
La ambigüedad de estas solidaridades y la personalidad en la misma línea del Obispo designado para Iguazú, contrastando con la actitud y la historia del Obispo Piñas en Misiones, permiten diagnosticar que el interés no estuvo puesto en la circunstancia particular del gobernador con ansias reeleccionarias y el obispo denunciante de la corrupción y defensor de la democracia, sino en la batalla entre la Iglesia y el Estado, Bergoglio y Kirchner. Para el primero, la aplastante victoria del Frente unido por la dignidad, tuvo mucho de personal. Por eso se apresuró a felicitar a Mons. Piñas. Para el segundo, que prefirió permanecer en silencio, fue una buena lección de que los éxitos logrados frente a los opositores políticos y aún los hombres de armas no son suficiente garantía en una lucha frontal con la todavía poderosa iglesia argentina.
José Guillermo Mariani (pbro)
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