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Caminos de reencuentro con Dios¿Por qué “reencuentro”? Porque, de acuerdo a lo establecido y trasmitido por todas las religiones, el encuentro con Dios está dado por la admisión de su revelación, es decir del cúmulo de elementos humanos que nos hacen descubrir su existencia y su acción. Hay indudablemente muchas consideradas valiosas revelaciones, desde la primera y más universal, de las maravillas del cosmos apreciada en situación absolutamente primaria por el hombre que descubre su entorno inmediato, la naturaleza. Desde allí para adelante la revelación parece progresar a través de la historia de personas o pueblos. Confucio, Buda, Mahoma, Jesús, Moisés y el pueblo judío. Todos ellos empeñados en fijar un esquema de vida para los humanos que hiciera posible la convivencia y la “gaudivivencia”, el gozo de vivir. En otras palabras, el gozo de vivir construido y compartido. El fracaso ha sido rotundo. Cada grupo encerrado en su propio criterio y dando origen a una “religión” es decir un modo de unión con el Dios creador, y un sistema organizado para dar seguridad a la obtención de se objetivo, se sintió atacado por las otras visiones religiosas. Y comenzó así la historia de las rivalidades religiosas, origen de las primeras contiendas y agresiones bajo la consigna de “defender la verdad” aun en contra del hombre mismo. Y cada uno de los grupos, considerándose dueño absoluto de la verdad, fue arrimándose a los poderosos en armas y dinero para fortalecer su absolutismo y atraer u obligar a los demás a la aceptación de sus propuestas que, paulatinamente, fueron abarcando todos los espacios de la vida personal y social. No importa cuán excelsos sean los principios que se sostienen, porque eso podría discutirse sin llegar nunca a conclusiones definitivas sobre lo realmente valioso, aunque se consiguieran algunos acuerdos en lo negativo o inaceptable. Lo que interesa es la absolutización, que convierte en enemigos a quienes no comparten los mismos criterios. Y la enemistad apoyada en los poderes que también buscan dominar sacralizándose, comienza a teñir y contagiar todos los espacios de la vida en sociedad. Y así se vuelven imposibles la convivencia y la gaudivivencia. Lo cual es lo mismo que descubrir el origen más común de las guerras y los genocidios, llámense inquisición, cruzadas, dictaduras, eliminación del terrorismo, armamentismo, despojo de tierras y riquezas naturales, contaminación ecológica o cualquier otra denominación. En este clima, el espíritu del hombre, su interioridad, se degrada y se esclaviza haciéndose dependiente de lo exclusivamente material. El desafío de buscar un modo de liberación de esa esclavitud, lleva a pensar en algo que eleve el espíritu, que anime la creatividad personal y comunitaria, que cause felicidad para ser compartida, que no pueda encerrarse en ningún círculo privilegiado, que traspase fronteras, que afecte directamente la sensibilidad humana, que logre contagiar optimismo y traduzca la malicia, el pesimismo, y la maldad sin otra agresividad que mostrarla en un estilo que puede desagradar a los ojos, a los oídos, al tacto, al pensamiento o hasta el sentimiento, pero no puede atentar contra la vida. Y todas estas potencialidades parecen emergentes en el arte, en las artes, con toda su diversidad y amplitud. Cualquiera de ellas constituye una expresión personal o social que traduce, elevándola, la realidad agradable o dañina. Y por ese motivo, compartir la obra de arte se transforma siempre en algún nivel de gozo, el de descubrir una dimensión interior de comunicación apreciada y lograda, aún cuando sea de dolor, indignación, desesperación u odio. En el mundo juvenil y en todas partes ha crecido al margen de todas las limitaciones y opresiones, el cultivo del arte en sus múltiples formas. Pareciera un signo de los tiempos que hay que tener en cuenta. Los Foros sociales realizados como contrapropuesta para el de Davos o Foro económico mundial, han insistido en la comunicación artística de gente de diversos continentes y culturas logrando excelentes resultados para animar la acción en búsqueda del respeto o restablecimiento de derechos humanos ignorados o violados. Por eso creo que es posible mirar en el arte el clima de reconciliación y fraternidad que puede llevarnos a reencontrar caminos de reencuentro entre nosotros y con Dios. Una religión del futuro. José Guillermo Mariani (pbro) |
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