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Carta del Arzobispo
A todos los diocesanos de Granada
Queridos hermanos y hermanas en
el Señor:
Con profundo dolor he leído las
declaraciones de Leonardo Boff, publicadas en el diario "Ideal" del lunes, 28 de
mayo. En verdad, no conocía, plasmado en un medio de comunicación social, un
ataque mas cruel e injusto a la Iglesia que el perpetrado en estas declaraciones
por el Sr. Boff, ni me había encontrado hasta ahora con nada tan grave dicho
contra la persona del Papa Juan Pablo II. Tampoco había visto semejante alarde
de titulares ni despliegue tal de técnica periodística puestos para servir de
soporte y maqueta a los insultos que una persona dedicaba al Papa, el cual, por
lo demás, preside y representa a toda la Iglesia católica, que merece todo
respeto.
Ciertamente no cabía en mi razón
el que uno que se dice cristiano pudiese hablar y decir las cosas que dijo Boff.
Pero tampoco me imaginaba que nuestro diario local - otrora de la Editorial
Católica - pudiese perder el norte y el buen hacer periodístico de tal manera
que llegase hasta publicar tal entrevista con frases tan tremendas e insultantes
como las dichas por este pobre hombre. Tal vez se me diga que estamos ante el
derecho a la libertad de prensa y de opinión, que yo admito y defiendo sin
reticencia. Pero tal derecho tiene unos límites, y, sintiéndolo mucho, aquí se
ha vulnerado el derecho a la libertad religiosa, elemento básico de una sociedad
en libertad.
Se ha insultado gravemente a la
Iglesia, se ha maltratado al Papa y a la Santa Sede, y se ha herido a los
católicos, a toda la comunidad diocesana, en sus más profundas convicciones. Sin
duda alguna, nadie habría permitido, con toda razón, que en una entrevista se
agrediese del modo como se ha hecho aquí a otra religión, por ejemplo a la
musulmana, o que se atacase a personas o instituciones tan "sagradas", como por
ejemplo la Corona, y menos aún que a tal agresión se lo diese lugar en un medio
informativo. Por eso resulta incomprensible e inadmisible, no sólo el contenido
de la entrevista, sino la publicación de la misma. ¿Han pensado desde el "Ideal"
que se pueda agredir así impunemente o vulnerar el respeto que se debe a las
personas, a las instituciones y a las convicciones religiosas? ¿Es compatible
esto en una sociedad en libertad y democrática? ¿Han pensado quienes lo dirigen
y elaboran que la mayoría de sus lectores son católicos, se sienten hijos fieles
de la Iglesia y viven gozosamente en comunión y amor con el Papa Juan Pablo II?
¿Se les puede insultar de esa manera o publicar esos insultos y agresiones a su
propia fe y a lo que más aman que es la Iglesia, por la que conocen y siguen a
Jesucristo? ¿Creen que todavía pueden seguir con la misma confianza de sus
lectores?
Al mismo tiempo, y si cabe con
mayor dolor todavía, lamento el que Leonardo Boff, cuyo juicio dejo en manos de
Dios, que se ha apartado de las enseñanzas de la Iglesia, haya sido traído a
Granada, conociendo su manera de pensar y proceder, por un religioso y haya
tenido su conferencia en un Colegio Mayor regido por religiosos. Esto, además de
ser una insensatez y una provocación, atenta contra la comunión eclesial y la
debilita. Produce escándalo y confusión en el pueblo fiel, que pide y requiere
mayor amor a la Iglesia y fidelidad a sus enseñanzas.
Asimismo siento profundamente el
que hayan asistido a escucharle, en un nutrido número, sobre todo hombres y
mujeres "de Iglesia" - personas consagradas, jóvenes en formación para el
sacerdocio o la vida religiosa, estudiantes de teología, laicos
"comprometidos"-. Con todo dolor de padre y pastor, pregunto: ¿Creemos que así
se edifica la Iglesia, que así se evangeliza, que así se ayuda a creer en un
mundo que no creo y que vivo como si Dios no existiera? ¿Es así como se
extenderá el Evangelio de Jesucristo para la renovación de la humanidad?
A todos los que se sienten
verdaderamente Iglesia hago un apremiante llamamiento a la reflexión y a la
comunión. A todos pido que, purificado cuanto haya de ser purificado,
fortalezcamos esa comunión. Como dice el Papa, "éste es el gran desafío que
tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al
designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo".
Antes que ninguna otra cosa, "hace falta promover una espiritualidad de la
comunión, proponiéndola en todos los lugares donde se forma el hombre y el
cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y
los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades".
Esta comunión es inseparable de la adhesión cordial y efectiva, y de la
fidelidad plena y de fe al Papa, sucesor de Pedro.
¡En el nombre de Dios, no
juguemos con este aspecto tan fundamental! ¡No nos dejemos llevar tampoco, para
ver qué es lo que tiene que ser la Iglesia, por los criterios y opiniones de los
que no creen, o de los que son enemigos de ella, o no la aman de verdad! La
renovación eclesial no está en esas voces sino en la comunión y en la fidelidad
a la Iglesia, a esta Iglesia concreta, presidida por Pedro y sus sucesores.
Vivimos, por otra parte, tiempos
de persecución y de prueba. En estos momentos, la persecución llega incluso a
veces por personas que se dicen pertenecer a la Iglesia y por quienes les
apoyan. Hemos de estar preparados y fortalecernos en la fe. Que nadie flaquee.
Que todos pongamos nuestra confianza plenamente en el Señor, que siempre seguirá
siendo la piedra angular, desechada por muchos, pero que constituye la única
base sobre la que podemos edificar. Sobre esta piedra angular, Jesucristo, se
asienta su Iglesia, inseparable de su Señor, presente en ella hasta el fin de
los siglos.
Pido a todos que renovemos
nuestra adhesión filial e inquebrantable y nuestro amor al Santo Padre, Juan
Pablo II, testigo de fe y de esperanza, verdadero regalo de Dios para la Iglesia
y para el mundo, evangelizador incansable, modelo para todos los cristianos, que
nos confirma en la fe y en la caridad.
Que el Señor perdone a quienes
persiguen a la Iglesia y a quienes la denigran tan injustamente. Que les dé la
gracia de la conversión. Ella, como madre, siempre está dispuesta a acogerlos.
Con mi bendición y profundo
afecto para todos,
Antonio Cañizares
Arzobispo de Granada
Semanario Fiesta, 3 de junio de
2001
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