La Cripta Virtual: Un espacio para hablar Sin Tapujos

"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

 Por el pleno reconocimiento del Concilio Vaticano II.  Firme aqui.
Firme por un nuevo Concilio!

Javascript DHTML Drop Down Menu Powered by dhtml-menu-builder.com
Usted está ingresando al sitio viejo el cual funcionó desde el 2001 al 30 de Junio del 2010. Desde el 1 de Julio hemos iniciado una nueva etapa con mucho material que puede encontrar haciendo clic acá: www.sintapujos.org El contenido anterior seguirá aquí como archivo.

 

Celibato, hijos y economía

Mucha gente pregunta hoy y sospecha que detrás de muchas disposiciones eclesiásticas notablemente separadas del espíritu del evangelio y del servicio a la felicidad de la gente, tienen como motivo secreto cuestiones económicas. ¡por la plata baila el mono, aunque sea con sotana!

No es fácil rechazar los argumentos que a través de la historia han convertido a una institución tan respetable como la Iglesia, en custodia de numerosos tesoros de la humanidad.

Así se justifica el esplendor y la riqueza del Vaticano. Ni para Juan XXIII ni al parecer tampoco para Juan Pablo I era necesario todo ese esplendor para mantener a la iglesia como institución. La reforma de la Curia, la creación de nuevos organismos administrativos, la supresión de las ornamentaciones y vestiduras sólo necesarias para mantener el poder, la disponibilidad real de las colaboraciones de los fieles para favorecer a los más pobres, constituyeron objetivos propuestos por ellos, que terminaron enredados entre los pliegues de las túnicas y las mentes de funcionarios de cortes y palacios.

Esa sospecha y esa duda tan extendida y no disipada por los múltiples discursos y documentos en favor de los pobres, está teniendo una confirmación inesperada en distintas cuestiones que se están discutiendo bajo la presidencia del Cardenal Hume presidente de la Sagrada Congregación del Clero.

Se trata de la conveniencia de exigir a los sacerdotes que, como resultado de su imprevisión o de su enamoramiento transitorio o hasta de su incontinencia sexual, hayan engendrado hijos mientras estaban desempeñando el ministerio, que reconozcan a esos hijos dándoles su apellido y su derecho a la herencia personal. Y esto, que pareciera una sabia decisión con un profundo sentido de respeto a la dignidad de la persona humana y de la mujer madre, tiene un contenido fuertemente económico. Lo que se trata de evitar son las cuantiosas sumas exigidas a la iglesia como indemnización por las conductas de sus ministros que, en su nombre, habían provocado esas relaciones. Como hoy los avances científicos permiten identificar con seguridad al padre de una criatura, los juicios han comenzado a repetirse y la iglesia oficial ve desencadenarse una nueva tormenta para sus intereses económicos que son a la vez sostén de su poder en el concierto internacional. ¡Basta de edificios embargados e vendidos para satisfacer las ingentes sumas exigidas como reparación de abusos y acosos probados ante la justicia! Ya que esto logró frenarse en gran parte gracias a la visita y conversaciones del Papa al presidente Bush, es importante no caer ahora en una continuidad del desfinanciamiento.

Remitiéndonos al origen, es posible determinar que esta cuestión tan debatida hoy del celibato obligatorio para los sacerdotes ministros de la iglesia, comenzó simplemente por una razón económica. La prohibición a los sacerdotes de tener hijos. El inconveniente era precisamente que las herencias personales en lugar de pasar a las arcas de la institución se dilapidaban desaprensivamente por la descendencia no complicada con la iglesia. Más tarde se llegó a la conveniencia de que los clérigos no formaran pareja estable y a la prohibición de casarse. La fundamentación escriturística era San Pablo que recomendaba no casarse para dedicar al Señor todo el tiempo, en vista de la proximidad de su segunda venida. Así nació el “celibato” que luego se extendió a promesa o voto de castidad perfecta y a la consideración de ese estado como de perfección para cada cristiano, dejando en el término medio a quienes no se sentían capaces de guardar continencia perfecta y degradando entonces la sexualidad y el sacramento del matrimonio. Han pasado siglos. Muchas constancias de la inobservancia de esta regla disciplinaria, en todos los niveles y con múltiples variantes, junto con la pérdida para el ministerio de personas muy valiosas, no han convencido a las jerarquías eclesiásticas de la necesidad de un cambio. Pero ahora surge nuevamente un motivo económico y quieran o no, se debilita así la argumentación que sostiene al celibato. Hay además quienes sostienen que cuando la escasez de ministros haga disminuir los aportes al vaticano por parte de los países del primer mundo, se tocará la fibra sensible que finalmente acepte la abolición legal del celibato, abolido ya en la realidad en un porcentaje mayoritario. Así, lo que empezó por lo económico, terminará también por lo económico. ¡qué lección!

Pbro. José Guillermo Mariani


Inclúyanos en sus Favoritos !

Suscribir Boletín de Noticias

 
Número de visitas desde la Pascua del 2001

Enviar correo electrónico a raul@sintapujos.org con preguntas o comentarios sobre este sitio Web.
Copyright © 2001 Parroquia Nuestra Señora del Valle
Última modificación: 30 de July de 2010