La Cripta Virtual: Un espacio para hablar Sin Tapujos

"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

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Debilitar demonizando  

Se trata de un juego atractivo pero peligroso. El arte de revolver en la basura para encontrar todo lo podrido, aunque desagradable, no resulta arriesgado porque siempre hay garantía de encontrar algo de lo que se busca. Tampoco lo es, porque somos presa de una especie de tendencia maligna de proveernos de proyectiles para defendernos de tantas cosas que pueden preverse atendiendo a la experiencia de un pasado en que los  hodiernos augures de desastres de todo orden nos impusieron sus recetas “cavallescas”. Es absolutamente cierto que en una democracia, la presencia del pueblo no puede reducirse a la elección de autoridades. Quienes votaron a favor y quienes lo hicieron en contra siguen teniendo todos los derechos y deberes de ciudadanos. Y entre ellos, el primero es seguir estando presentes para reclamar y exigir que se cumplan las promesas electorales, se destierre absolutamente la corrupción y se elabore un proyecto de país o región que sobrepase los límites del presente. Todo esto, respetando las instituciones de la democracia y sus tiempos, aunque sin abandonar la denuncia de retrasos indebidos, chicanas engañosas o excusas dilatorias. Todo esto lo calificaríamos como deber y derecho de los ciudadanos con intenciones de defender y mantener la democracia.

Pero otra cosa muy distinta es tratar de constituirse en poder alternativo, o conspirar  subrepticia o expresamente para debilitar al Estado hasta lograr prácticamente su anulación.

Creo que es lo que está sucediendo entre nosotros con la complicidad muy clara de las grandes empresas periodísticas. No se trata de exigir lo que es conveniencia de todos. Se trata de limar el piso. Por eso con frecuencia, hasta queda sin especificar la dirección a que se orientan las quejas. Hay una meticulosa labor de búsqueda en la basura, para no dejar de aventar cualquier rumor que circula con ese sabor peligroso de destruir honras y prestigio. Ninguna de las decisiones beneficiosas se tiene en cuenta. Siempre se encuentra algún perfil por el que lo más acertado se puede calificar como maniobra de corrupción.

Así, es evidente que se debilita al Estado cuya base fundamental sigue siendo siempre el apoyo mayoritario del pueblo. Y con esa incesante tarea de debilitamiento, se contribuye a desmoronar la única defensa que tenemos frente a las distintas clases de invasiones planeadas por el capitalismo globalizado que ya logró convencernos de muchas cosas. De que las privatizaciones eran el gran método de recuperación, de que la entrada de capitales extranjeros constituía la única red de salvataje para nuestras economías, de que la venta de nuestras tierras “inútiles” se reflejaría en rendimientos inesperados, de que nuestras riquezas naturales escondidas en el subsuelo no nos servían para nada y con los avances de la tecnología se convertirían en fuentes de progreso, de que el establecimiento de bastiones de vigilancia y espionaje por parte de USA aumentarían nuestra seguridad, de que no había otro modo de tomar previsiones para el futuro que hacer depósitos en bancos extranjeros, de que el “default” nos aislaría internacionalmente …etcétera

Hoy los agoreros de la tragedia hacen cálculos numéricos y sociológicos de que con la situación a que nos ha llevado este gobierno, la crisis de la economía global nos va a arrastrar sin remedio.  Algunos, como la Sra. Carrió, hasta se atreven a pronosticar un final trágico para diciembre. Economistas de primera línea en el orden internacional diagnostican la importancia que tienen las afirmaciones de los analistas  y la prensa supuestamente en contacto muy fuerte con la realidad, para producir  avalanchas irremediables de pesimismo que agraven y apresuren los desastres.

No dejarse arrastrar por ese viento de los agoreros que, como ya sucedió en varias oportunidades, se equivocaron sin vuelta ni arrepentimiento, y poner mucho cuidado en que las exigencias justas no se confundan con debilitamiento del Estado que es lo único que puede defendernos de la voracidad, contagiada hoy de desesperación, con que varios anhelan devorarnos, deberían constituir una clara consigna para esta hora. 

J.G.Mariani (pbro)


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Última modificación: 30 de July de 2010