|
|
Diálogo y exigencia
La eficacia y riqueza del diálogo para solucionar enfrentamientos de cualquier índole, supone ciertas condiciones elementales que, si no se dan, perjudican y engañan, frustrando toda posibilidad de entendimiento o conciliación. A este respecto hay que notar que desde los que son o se sienten más fuertes suele exigirse el diálogo que en cambio suelen suplicar los considerados más débiles. El diálogo como exigencia, proviene de una pretensión de que el que está oponiéndose a los intereses del más fuerte, cese en su oposición y se rinda a la propuesta del poderoso. Cuando esta situación cobra estado público, es decir traspasa los límites de lo individual, el efecto que produce la exigencia de diálogo es beneficioso para los poderosos porque difícilmente caemos en la cuenta de que el reclamo de diálogo puede constituir una trampa. Es en estos casos cuando se produce lo que podríamos calificar en el orden común de las relaciones humanas como diálogo capricho. Se da en las relaciones interpersonales y en las sociales, cuando individuos, grupos o instituciones enfrentados durante largo tiempo resultan finalmente molestos y dañosos para el común de la gente que piensa en la simplicidad de rápidas soluciones cediendo un poco cada una de las partes. Muchas veces se ha dado en nuestra historia nacional que la democracia ha sido interrumpida drásticamente, porque oposición y gobierno no llegaron a un diálogo y compaginación de sus respectivos intereses. Cabría preguntarse si ese diálogo es realmente posible. Hay que reconocer en primer lugar, que la diplomacia remplaza muchas veces a la sinceridad, porque se cuida meticulosamente que los verdaderos intereses queden ocultos. Cuando alguien se encapricha en lograr todas las ventajas y no toma en cuenta las concesiones que la parte aparente o realmente más débil, está dispuesta a hacer, el diálogo se transforma en ineficaz a pesar de las repetidas reuniones en que se conversa incansablemente sobre el asunto y las explicaciones que los protagonistas se brindan a sí mismos y a la sociedad. Sin nombrar a nadie he estado describiendo la historia del enfrentamiento entre el gobierno y los llamados ruralistas, productores o campo y no agroexportadores. Siempre que una asociación, un sector o una institución social se convierten en “corporación”, es decir no buscan otro objetivo que su triunfo absoluto, la cosa termina en fragmentación y violencia destructiva. Estamos, creo, frente a ese desafío. La fuerza y medios utilizados para demostrar el “poder” de los agroexportadores los ha convencido de que pueden parar el país en cualquier momento. He escuchado repetidamente esa afirmación. Han desplazado a un ministro que, a juicio de muchos, era una verdadera adquisición en economía. Pero van por más. Sin tener en cuenta las concesiones realizadas, han puesto la bandera nacional a media asta, abusando visiblemente de un signo patrio, y bajo presión recogen firmas en los cortes de ruta para apoyar sus demandas. La zozobra ha entrado en la población que, en su mayoría no conoce en profundidad el problema y aprovecha las convocatorias para manifestar su insatisfacción por muchas otras deficiencias gubernamentales. El costo de los alimentos no cesa de subir desde los bloqueos de ruta y el desabastecimiento. El poder político se desgasta y los medios hacen aparecer como injusticia las acusaciones de un fiscal que indaga a los promotores de los cortes. Son esos mismos medios los que tantas veces reclamaron que el gobierno pusiera término a los cortes reivindicativos de los piqueteros reclamando por salarios justos y muertes injustas, porque ocasionaban incontables molestias a toda la población. La corporación eclesiástica fue ciertamente factor definitivo en la caída del gobierno en el 55. La confabulación peronista que provocó los asaltos a los supermercados dio el golpe definitivo al primer gobierno democrático después de la represión. Siempre los cuarteles se abrieron para favorecer los intereses conspirativos. Y siempre las consecuencias fueron lamentables para todos. La coincidencia del juicio oral a Luciano Benjamín Menéndez y otros genocidas, que viene molestando hace tiempo a muchos de una determinada clase social favorecida por la dictadura y la conducción de Martínez de Hoz, entra en el panorama de estos enfrentamientos que para muchos son nada más que peleas callejeras. Bolivia se estremece ante la firmeza de un Evo que tiene claros los objetivos de su gobierno. Ecuador se defiende de las supuestas confidencias de la computadora de Reyes manejada por la soberana INTERPOL. Paraguay tendrá que enfrentar el resentimiento del hasta hace poco invencible partido colorado. Uruguay se ha encontrado seducido y dañado por la pastera de Botnia. Brasil se debate entre los criterios globalizantes que ofrecen radicación de capitales y disminuyen la fuerza transformadora de Lula. La acometida es general y planeada. Y es muy posible que todo concluya con éxito para los más fuertes, como siempre. Nos quedará entonces, sólo el lamento de haber perdido otra oportunidad y la esperanza lejana de que vuelva a darse con mejores perspectivas . |
Número de visitas desde la Pascua del 2001
Enviar correo electrónico a
raul@sintapujos.org
con preguntas o comentarios sobre este sitio Web. |