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Dinero contra vidasEl próximo tres de marzo, lunes, la agrupación “Por nuestros queridos hijos” que congrega a padres, familiares y amigos de jóvenes víctimas de accidentes de tránsito, convoca a un acto público en el salón de Luz y Fuerza. La oportunidad es el cumplimiento del primer aniversario del accidente que costó la vida a tres jóvenes amigos que se transportaban en un automóvil Ford Ka blanco. Sólo quien pierde un hijo sabe lo que esto significa. Todo el vacío que se abre devorando un pasado de cuidados, de ternuras, de ansiedades, de afectos, de preocupaciones educativas, de satisfacciones por logros alcanzados, de problemas resueltos, de sufrimientos y alegrías compartidas. Un vacío que despoja al futuro de esperanzas, de proyectos, de saberse prolongado en la propia declinación por el empuje y la fuerza de los hijos, de la ilusión de seguirlos ayudando en las luchas inevitables de la vida, del sueño de contar con su presencia y recibir su cariño en la hora final. Estoy tratando de describir la profundidad de ese vacío. Pero resulta imposible. Y, como si fuera poco, hay algo que en determinadas circunstancias resulta abrumador. Porque se trató de lo que hubiera podido evitarse, un accidente. Entonces la culpa y la impotencia se arremolinan imaginando imposibles prevenciones y decisiones que hurgan en el pasado. Y las lágrimas, y la desesperación y los reclamos y la investigación de las causas y la postración que sobreviene después de la tragedia quedan encerradas en el vacío del dolor. Cada uno en el suyo. Pero es algo muy grave ¡Están mandando nuestros hijos a la muerte! Nuestros hijos. Los de todos, aunque muchos vivan. Porque la maquinaria está armada. Y no para que mueran por una causa noble, por ideales, por heroísmo. NO! El único resorte es el dinero. Aprovecharse de sus inmadureces, de sus tendencias psicológicas en evolución, de su confianza en la sociedad, de su autosuficiencia adolescente, de su necesidad de ser distintos, de sus ansias de comunicación con los iguales, para ofrecerles lo que “les gusta” lo que los saca de sus inseguridades, lo que les produce éxtasis momentáneos. No importan los riesgos, la intranquilidad de los padres que pasan en vela noches enteras hasta que ellos vuelvan, la angustia de las noticias que se multiplican y del clima general que los culpabiliza con aquel slogan de la dictadura “¿sabe dónde está su hijo?” Una primera táctica con larga trayectoria ha sido separarlos de la influencia de los mayores, consumar el abismo generacional. Exaltarlos como soberanos. Ya han logrado aislarlos, en horarios, en lugares, en afectos. Que estén solos. Hay cacerolazos, cospelazos, catedralazos…todos son reclamos justos pero no tan importantes como tendría que ser un “bolichazo”. Uniendo a los padres de las víctimas reales y potenciales, a las instituciones y las autoridades. No sólo multiplicación de controles alcoholémicos. No sólo castigos o multas. Es necesario un cambio de raíz en la cuestión de los boliches. Horarios, transporte, bebidas alcohólicas. Mientras se siga fomentando ese vivir de noche y pasarse cada fin de semana diez horas en un boliche, dos de “previa” y siete u ocho adentro, seguirá siendo imposible todo control. “Cada uno es libre” dicen. Pero no puede haber libertad para dañar, para dañarse, para convertirse en irracional sin control de sus actos. Eso se llama “impunidad” Y, además, muchos no están educados para la libertad y por eso es obligación social suprimir o disminuir las seducciones y engaños detrás los que se mueven intereses sucios de quienes no tienen reparo en los medios a que recurren, aunque sean mortales. Los daños son irreparables. Las estadísticas aumentan constantemente. Todos nos agarramos la cabeza. Pero es urgente ir a la raíz. No permitir que nos roben nuestros hijos. No permitir que los manden a la muerte. No permitir que el miedo a las mafias económicas nos deje callados. No condeno a todos los bolicheros. Seguramente los hay cuidadosos y honestos, que se ganan la vida y procuran ayudar a vivir. Pero es cierto que “corporativamente” se trata de una fuerza que nadie se anima a enfrentar por la amenaza cierta de pérdida de prestigio o de tretas con la justicia que acaben hasta destronando autoridades electas por el pueblo. Los padres de “Por nuestros hijos queridos” han asumido esa posición valiente y convocante para apoyar decisiones y leyes que disminuyan este triste record que hemos sido llevados a padecer. José Guillermo Mariani (pbro) |
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