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DOS LECTURAS *
La homilía inaugural de Benedicto XVI, al asumir el Domingo pasado la misión de servidor de los siervos de Dios, puede sintetizarse en cuatro puntos. 1) No necesito presentar un programa de Gobierno. La Iglesia es joven y lleva el futuro del mundo 2) Los 115 cardenales de todas las culturas, encontraron al elegido por Dios. La muchedumbre de los santos me protege. No haré caso a mis ideas sino que me dejaré conducir por la voluntad de Dios. El será quien conduzca a la Iglesia. 3) Dos símbolos litúrgicos me indican el camino a seguir. El palio de pura lana me recuerda las ovejas descarriadas que como pastor con toda la Iglesia, tengo que buscar para volverlas al redil, librándolas del desierto en que vagan El anillo del pescador me recuerda que debo lanzar las redes para recoger tantos peces dispersos en el mar salado de todas las alienaciones. Ambos signos implican la llamada a la unidad: para que se haga un solo rebaño bajo un solo pastor y se contengan los muchos peces en la misma red.
Una primera lectura recibe gozosa estas afirmaciones y proyectos. Todo marchará perfectamente puesto que responderá a la Voluntad de Dios. Cuánto más, con el anuncio de la voluntad de renunciar a las propias ideas y dejar que Dios conduzca a la Iglesia. La profesión de amor a la Iglesia de Jesucristo sostendrá al pastor aguerrido para que no se deje vencer por los lobos. Y la Iglesia marchará hacia el futuro conduciendo a toda la humanidad y recuperando a todos los que se alejaron al romperse las redes o se perdieron en los diversos desiertos que los sedujeron. Quedará asegurada la identidad de la Iglesia purificada por la voluntad de Dios, quizás de manera dolorosa, pero haciéndonos volver a nosotros mismos. Se trata entonces de una exposición de principios alentadores y optimistas, con muchos toques de apertura y comprensión, y un llamado final y emocionado de abrir de par en par las puertas a Cristo.
Es posible también otra lectura más analítica y crítica. El convencimiento de ser elegido por Dios y de no hacer caso a sus propias ideas sino a la Voluntad divina, de modo que El sea el conductor de la Iglesia, absolutiza todas las decisiones que se puedan tomar, al menos para quienes interpreten literalmente esas afirmaciones. (El mismo J. Ratzinger no lo creía así *) Tanto más cuanto todos los santos estarán vigilándolo y protegiéndolo. La unidad en que se piensa no prevé articulaciones con los diversos credos para encontrar coincidencias y para intercomunicar riquezas, sino que sitúa como misión de toda la Iglesia, sacarlos de sus desiertos y de las aguas saladas de todas las alineaciones, para reintegrarlos al verdadero redil. La voluntad de Dios purificará a la Iglesia restableciendo su identidad, aunque sea de manera dolorosa, para que ella siga llevando al mundo hacia el futuro. Una vez más aparece la imagen de la Iglesia “señora del mundo” contrapuesta a la de “servidora del mundo”. Y, finalmente, el llamado de abrir más las puertas a Cristo, parece identificado con el de abrirlas a la Iglesia.
* Transcribo una respuesta textual del Card. Ratzinger a la TV de Bavaria en 1997
.”. . .. No podría decirlo así, en el sentido de que el Espíritu Santo elige al Papa...podría decir que el E.S no toma exactamente el control del caso, sino más bien como un buen educador, nos da mucho espacio, mucha libertad, sin dejarnos abandonados. De este modo, el rol del Esp. Santo debería ser entendido de un modo mucho más elástico, y no como el que nos dicta el candidato por quien debemos votar. Probablemente, la única seguridad que él ofrece es que las cosas no se echen del todo a perder. Hay demasiados casos, por el contrario, de Papas que claramente no fueron elegidos por el Espíritu Santo”
A quienes se escandalicen con la propuesta de dos lecturas, les recomendamos leer el Libro de Joseph Ratzinger “El nuevo pueblo de Dios” edición 1972 P. Quito Mariani |
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