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El enano fascistaLa caza de brujas, los principios educativos de que “la letra con sangre entra” o de que “a palos se hacen los hombres”, y “la virtud es hija del rigor” o “aquí lo que hace falta es mano dura” han seguido y siguen teniendo vigencia en la opinión de muchos y también en las decisiones que se adoptan en la sociedad. A pesar de los terribles efectos de la represión que constituye una de nuestras grandes experiencias dolorosas, la tendencia a reaccionar ante conductas humanas desviadas con castigos, marginaciones o sanciones no ha desaparecido ni mucho menos. Aunque no logren corregir ni disminuir los males producidos y conlleven otros resultados que se convierten en mayores daños para toda la sociedad. La propuesta de “educación en libertad” continúa siendo valiosa para algunos, pero ilusoria e ineficaz para la mayoría. El gusto especial que distingue a la aplicación sin más, de un castigo frente a una equivocación, un delito o una ofensa, se parece mucho al de la venganza cuya característica es dañar a otro sin ningún resultado beneficioso para nadie, ni aun para quien logra consumarla. Así, desde la presidencia del R. Nixon, se estableció en Estados Unidos el principio de que un drogadicto equivalía a un subversivo o terrorista. Ese criterio fue impuesto también entre nosotros por el Sr. López Rega. Y con ese enfoque se desarrolló una legislación y se fijaron procedimientos sumamente agresivos para castigar el consumo de toda clase de drogas. Y los países fueron contagiándose unos a otros con este modo de proceder, ampliando las prohibiciones, suscitando la rebeldía juvenil, produciendo alteraciones sumamente perniciosas en la drogas originales para aumentar las ganancias del negocio, convirtiéndolas en una especie de juego de resistencia contra las tradiciones y la disciplina social, y sobre todo, de la manera más notable, favoreciendo la multiplicación de “carteles” del narcotráfico que ha llegado a inficcionar de complicidad a todos los niveles de la sociedad , la política y hasta la justicia. Una vez conseguido este “status”, el narcotráfico se ha tornado irreprimible y sus consecuencias trágicas e irreparables. La satisfacción de descubrir a los consumidores menores y sus proveedores para aplicarles penas, se ha convertido en la excusa para formar nuevos organismos de represión y también organizaciones psicofisiológicas para obligar al cambio de conducta de los adictos. Pero todo este despliegue no ha logrado solucionar el problema. Más bien ha contribuido a agravarlo creando una conciencia falsa y pesimista de que se trata de un mal sin remedio. Por eso es alentador que, usando del sentido común y la experiencia, haya brotado en un seminario realizado en el colegio público de abogados de la ciudad de Buenos Aires la inquietud de darle otro enfoque a este asunto de las drogas. De este seminario, además del gabinete nacional completo, han participado representantes de las cámaras legislativas, profesionales médicos y jurídicos, junto a los más destacados integrantes de la Justicia. Se puede decir que se ha llegado a un pronunciamiento consensuado con mucho estudio y fundamentación, sobre la necesidad urgente de “despenalizar el consumo”, trasladando la investigación y la búsqueda desde el campo penal al espacio de la salud. La posibilidad de controles, tanto del producto como de los consumidores, sólo se hace viable cuando todo esto se realiza en superficie, no cuando todo es llevado a la clandestinidad. Las experiencias de otros países cuentan con sus resultados y las correcciones de adaptación en todo lo referente a la legislación. Nadie pretende que en dos días o dos años al aprobarse el criterio de la despenalización del consumo se vaya a dar un remedio inmediato y definitivo, pero sí el primer paso importante para una solución con profundo sentido humano : educación en libertad, lejos de toda influencia del “enano fachista”.
José Guillermo Mariano (pbro) |
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