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Endemia persistente
La pobreza continúa haciendo estragos. En el Norte los cambios son imperceptibles. Las expectativas iniciales de cambios fundamentales con el nuevo Gobierno se han ido esfumando. Los planes “trabajar” fueron aprovechados cuidadosamente para diversas iniciativas y emprendimientos. El plan jefes y jefas de familia trajo alivio puntual para muchas personas. Pero muy pronto entraron a ser absorbidos por el clientelismo político y por ese motivo a resultar ineficaces aun para aliviar las situaciones más penosas. Esta es la visión del panorama que presenta el Padre Jesús Olmedo de La Quiaca. Es impresionante la proporción de gente que vive por debajo de los niveles aceptables de pobreza. No se puede negar que hacen falta mayores iniciativas y preocupación por remediar esas situaciones angustiosas de manera radical y definitiva. La propuestas oficiales resultan tímidas e ineficaces y sobre todo naufragan en esos manejos de los punteros políticos que siempre se adueñan de todas los proyectos que pueden favorecer sus intereses. Las internas partidarias se van poniendo nuevamente a la orden del día. Con todas las apariencias de respeto a la democracia, se convocan elecciones en las que necesariamente vencen los que disponen de más “aparato” partidario. Y el “aparato”, entendiendo medios de publicidad, dádivas y promesas, amenazas y exclusiones, disponibilidad de medios económicos, está en manos de los poderosos que lo usan sin escrúpulos. Siempre son predecibles los triunfos, a pesar de que aparezcan propuestas alternativas de cambio y renovación. ¿Será realmente imposible zafarse de esta corrupción administrativa oficial que nos coloca en un lugar vergonzoso en las estadísticas mundiales? El piquetero Castells, representante de una multitud de desocupados que legítimamente aspiran a una vida digna, después de una heroica huelga de hambre, concluye agradeciendo a las “derechas argentinas”, a Menem, López Murphi y sus aliados, su oposición encarnizada al Gobierno. Agradeciendo a los causantes del abismo de la desocupación y la traición de la entrega, que abrieron heridas incurables en el presente y porvenir argentinos, conductas como esa, producen desorientación y generan más escepticismo, porque apartan de los objetivos propuestos para acabar con la indignidad del empobrecimiento y la desocupación. ¿Es esto la política? ¿El arte de cambiar la palabra empeñada, de lograr los beneficios para los propios intereses o los del partido a costa de ser absolutamente inconsecuentes? Son admisibles esos cambios de bandera y de principios? Aun reconociendo que es muy difícil acabar con estas maquinaciones delictivas que se han fomentado hasta legitimarse como costumbres habituales necesarias para ser triunfadores habría, en primer término, que poner más énfasis en las denuncias sobre la corrupción en los niveles intermedios. ¿ La Sra. Carrió ya ha olvidado sus investigaciones en todos esos espacios? Habría que seguir reclamando sin cansancio por el restablecimiento de los derechos a la vivienda, el trabajo y la cultura. Pero también habría que poner el hombro para respaldar los tímidos esfuerzos de los gobernantes empujando para su multiplicación y eficacia. Los analistas que predijeron la ingobernabilidad por prescindencia del aparato del partido justicialista se equivocaron. Los que aseguraron la ruina económica como resultado de la conducta rebelde contra las exigencias de los Organismos Financieros tampoco acertaron- Los que afirmaron que con las medidas drásticas de los primeros tiempos el Gobierno perdía todo su sostén y amenazaba con autoritarismos dictatoriales, tienen que admitir que muchas cosas no hubieran podido ni pueden resolverse sino con esa clase de decisiones. La práctica endémica tradicional de la política que degenera cualquier intento renovador, es lo que debe desaparecer. No hay que mezquinar las denuncias, aunque no se las escuche, en contra de los corruptos de todos los niveles. Y hay que descubrir lo que, además de las buenas intenciones, el Gobierno nacional presenta como iniciativas en el campo laboral y educativo. Quito Mariani |
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