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EnergúmenosEs muy fácil hacerse al lado y poner toda clase de argumentos. Ya sea sobre la calidad de las expresiones artísticas porque allí todos nos sentimos jueces, o sobre la imprudencia de algunas realizaciones que resulten ofensivas, o aludiendo a que los delincuentes no pertenecen a una institución respetable, o acentuando hasta la indignación el dolor que produce ver despreciados símbolos religiosos apreciados por mucha gente y pertenecientes, como se afirma, a la cultura popular. La ambigüedad de las declaraciones de muchos, en estos días, a propósito de la agresión inferida a la obra y al autor Alfonso Barbieri expuesta en el centro cultural España-Córdoba aprovecha de esa facilidad para no llamar a las cosas por su nombre. En varios casos es visible entre bambalinas, una postura política temerosa de ofender a una estructura institucional tan poderosa como la iglesia católica. Pero Torquemada seguirá siendo siempre símbolo rechazable de la Inquisición más enconada y Julián Espina, un energúmeno moderno con sotana. Acceder a quitar los cuadros objetados hasta con amenazas de muerte, ya fue un acto de sumisión que envalentonó a los agresores. Permitir que entraran los secuaces del cura Espina constituyó otro eslabón de la cadena de errores. Y no detener a quienes destrozaron con saña los objetos de la muestra pictórica, fue el error mayúsculo. ¿Quiénes son? Se llamaron seguidores de Lefevbre. En otra oportunidad, se presentaron como vacantistas. Distintos nombres para un grupo fanático cuyas motivaciones tienen raíces aparentemente religiosas (digo aparentemente porque creo que no tienen nada de cristiano) que nació hacia los 70 y cuyo fundador el Arzobispo Marcel Lefevbre fue suspendido después de muchas exhortaciones, por Paulo VI, en el 1976, a causa de su oposición absoluta a las conclusiones del Concilio Vaticano II. Desde ese grupo brotó entonces el rumor de que Paulo VI era un impostor que se había encaramado en lugar del papa verdadero en el trono de San Pedro. Desde Pío XII en adelante, vale decir poniendo en primera línea a Juan XXIII, designaron como “sede vacante” la del sucesor de Pedro. De allí la denominación de “vacantistas”. Finalmente en 1988 el papa Juan Pablo II excomulgó a Lefevbre ante el hecho de haber ordenado obispos para su propia congregación sacerdotal Pío X. En el 2.000, sin embargo, el mismo Juan Pablo II a instancias de Joseph Ratzinguer cardenal presidente de la Congregación para la doctrina de la fe, encomendó al Cardenal Castrillón Hoyos, la celebración de una solemne y multitudinaria misa en Santa maría la Mayor, para readmitir a los lefebvristas en el seno de la Iglesia católica. La reciente aprobación del Vaticano para restaurar la Misa de Pío V ( a la que estábamos acostumbrados hasta el Vaticano II, en latín, de espaldas al pueblo y con ritos absolutamente determinados e inmutables) dio alas a los lefebvristas que continúan con su oposición absoluta al último Concilio. Desde luego que ni siquiera el cristiano más conservador puede justificar lo sucedido en el Centro cultural, simplemente porque en democracia, están a disposición todas las vías legales para oponerse a lo que se juzga inconveniente o dañoso para la sociedad y esos comportamientos incontrolados e impunes nos ponen a todos en un serio peligro. Aceptar con madurez vivir en libertad y respeto mutuo parece un objetivo tremendamente distante. También en este caso nos quedamos esperando que se haga justicia, al margen de las sotanas. José Guillermo Mariani (pbro) |
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