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EXPOLIACIÓN - 11 y 12 de Octubre Días de las razas -
Con certera ironía Eduardo Galeano, describe la vuelta triunfal de Colón a España, después de la hazaña del supuesto descubrimiento de América. “El Almirante, recién vuelto de las Indias, sube la escalera de piedra y avanza sobre el tapiz carmesí entre los relumbrones de seda de la Corte que lo aplaude. El hombre que ha realizado las profecías de los santos y los sabios llega al estrado, se hinca y besa las manos de la reina y el rey. Desde atrás irrumpen los trofeos. Centellean sobre las bandejas las piezas de oro que Colón cambió por espejitos y bonetes colorados en los remotos jardines recién brotados de la mar. Sobre ramajes y hojarascas, desfilan las pieles de lagartos y serpientes. Y detrás entran, temblando, llorando, los seres jamás vistos. Son los pocos que todavía sobreviven al resfrío, al sarampión y al asco por la comida y por el mal olor de los cristianos. No vienen desnudos como cuando se acercaron a las tres carabelas y fueron apresados. Han sido recién cubiertos por calzones, camisolas y unos cuantos papagayos que les han puesto en las manos, cabezas y hombros. Los papagayos desplumados por los malos vientos del viaje, parecen tan moribundos como los hombres” La conquista no fue una batalla noble, fue simplemente un asalto, una expoliación. Una expoliación presidida por la Cruz y el poder de los reyes católicos. Una expoliación que luego, el papa Alejandro VI, cortando el mundo como si fuera un pollo, santificó con poder sagrado, trazando una frontera a través del mar. “Pertenecerán a los reyes todas las tierras que se descubran al oeste, con todo lo que contengan”. Tardíamente, en 1537 otro Papa, Paulo III dictará una bula “Sublime Dios” afirmando tras largas cavilaciones, algo en que hasta entonces no se podía pensar ni expresar. Aquellos indios eran seres humanos. Recién en este 2004, a propósito de una investigación promovida por el CELS (centro de estudios legales y sociales), esos seres raros que en el siglo XVI fueron finalmente admitidos como humanos, han podido decir, como conclusión de todas las acciones iniciadas para la devolución de sus tierras y tradiciones, y las exigencias planteadas y escuchadas, al menos aparentemente, por el Gobierno nacional: “Hemos crecido. Ya no necesitamos que nos lleven de las manos. Ya podemos llegar nuevamente a ser dueños de nuestro propio destino” Y esto es una proclama para tener en cuenta. Por todos. Porque, además de una obligación de justicia elemental, las riquezas de sus culturas podrán fortalecer con su injerto, esta historia nuestra desgastada por entregas y corrupción. Y se trata de un despertar, que lleva hirviendo la impotencia de siglos, e ingresa con fuerza desafiante en la historia latinoamericana. Pbro. José Guillermo Mariani - 11 y 12 de Octubre Días de las razas - |
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