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"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

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Igualdades irritantes

El sistema capitalista ha consagrado el imperio de las desigualdades. Comenzando por la competitividad económica se expande a todo el resto de actividades de convivencia, situando en este clima las bases del progreso social. Así abarca lo político, lo deportivo, lo vecinal, lo profesional, las instituciones de salud y hasta los grupos religiosos.

Es innegable que la sana competencia que estimula el crecimiento debe existir, pero no la que se escapa de manera que descarta, priva de derechos, y descalifica o expulsa al competidor. De otro modo la competitividad se convierte en violencia ya que poco a poco se van traspasando todas las barreras para lograr los objetivos de superioridad. Entonces, el reconocimiento de los derechos de los otros va desapareciendo, y la firmeza de la seguridad o superioridad propia, comienza a fundarse en la disminución o exclusión de los demás.

En la sensibilidad eclesiástica está instalada desde siempre el convencimiento de la superioridad absoluta en cuanto a la doctrina y a las reglas de moral (especialmente en lo referido a lo sexual) frente a toda propuesta diferente. En 1987 el alfonsinismo hubo de afrontar un agresivo embate de la Iglesia católica que recurrió a toda la fuerza de su organización e influencias para impedir la sanción de la ley 23.515. Uno de sus voceros más decidido fue el Arzobispo de Mercedes Mons. Emilio Ogneñovich quien además de calificar a los legisladores que aprobaran la ley como inmorales y adúlteros, organizó una concentración en plaza de Mayo presidida por la virgen de Luján. Como la cantidad de asistentes no colmó sus aspiraciones acusó al resto de los obispos como traidores. Hoy la ley tiene plena vigencia y se ha remediado la discriminación social de los divorciados, privados hasta ahora, de una cantidad de derechos civiles de convivencia.

La sensibilidad eclesiástica de que hablamos, cuya superioridad y poder parecen asociarse a la disminución de los derechos y dignidad personal de cada ciudadano, hoy aparece de nuevo cuestionando el proyecto de ley de matrimonio civil de los homosexuales y condenando a los legisladores que se atrevan a votar por su sanción. Con una táctica parecida a la de la mesa de Enlace, se multiplican las visitas personales y amenazas que infunden temor a los legisladores cuyas convicciones personales en este aspecto no están bien definidas.

Hasta que se resuelva en la Legislatura aguardaremos intrigados la constatación del peso que tiene la institución eclesiástica cuando se opone a la renovación de las costumbres, las conclusiones científicas como las de la OMS, o la igualización fundamental en los derechos de cada persona sin ninguna clase de discriminación. El argumento usado oficialmente alude a que Jesús nunca habló de matrimonio entre personas del mismo sexo; que esa unión está en contra de la naturaleza porque desde el principio la Biblia habla de que “los creó varón y mujer” para la procreación. No tienen en cuenta que Pablo al mismo tiempo que tiene pasajes en los que parece condenar la homosexualidad tiene afirmaciones tan fuertes como que en Cristo ya no hay judío ni gentil, libre o esclavo, varón o mujer, rechazando toda discriminación religiosa, racial o sexual. Y que el Génesis en la reconstrucción de la creación de la pareja, aduce como motivo la victoria sobre la soledad y no la procreación.

Pero lo definitivo es que la marginación sufrida por quienes viven irreprimiblemente la inclinación homosexual ha sido tremenda y cruel, apoyada precisamente en argumentos bíblicos, como lo fue también la marginación y persecución de los judíos. Y es hora de acabar con esas discriminaciones apreciando todo lo que cada uno puede aportar a la armonía del conjunto social y el derecho de todos a vencer la soledad y buscar la felicidad.

Habrá quienes piensen que han perdido su nivel de superioridad si los gays tienen los mismos derechos y posibilidades que ellos ostentan. No hay que olvidar que habitualmente quienes se pronuncian con demasiado énfasis sobre ciertos aspectos de la sexualidad lo hacen movidos por su propia inseguridad y madurez sexual.

Si la ley no es aprobada, otra vez la irritación de las igualdades reemplazará transitoriamente a la irritación natural que debieran producirnos todas las desigualdades.


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Última modificación: 30 de July de 2010