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La Filosofía puede ayudarnos. Por Leonardo Boff - Febrero 21 del 2009
Paul Krugman, premio Nóbel de economía 2008 y uno de los más agudos críticos
de la evolución de la economía mundial, escribió recientemente en un editorial
del New York Times que los próximos tres a cuatro meses serán posiblemente los
más importantes de toda la historia de Estados Unidos. Yo añadiría que tal vez
los más importantes para el futuro de toda la humanidad. Es el momento de
definir el curso de las cosas.
De repente, la humanidad se ve ante la pregunta que tuvo una enorme resonancia
en el Foro Social Mundial de Belém: «¿cómo construir una sociedad en la cual
todos podamos vivir juntos, naturaleza incluida, en este pequeño y ya viejo
planeta?».
La cuestión es demasiado grave para dejarla únicamente en manos de los
economistas. En lo que afecta a todos, todos tienen derecho a manifestarse y
ayudar a decidir.
En los medios intelectuales crece la convicción de que el paradigma de la
modernidad occidental, hoy globalizado, ha entrado en crisis por agotamiento
propio y por efecto de la implosión. Es semejante a un árbol que ha llegado a su
clímax y entonces cae fatalmente por haber agotado su energía vital. Así,
digamos su nombre, el capitalismo ha alcanzado su fin en un doble sentido: fin
como realización de sus virtualidades y fin como término final y muerte.
Lógicamente si seguimos las discusiones internas de los grupos organizados por
la ONU -con nombres notables como Stiglizt, premio Nóbel de economía, y otros-
para pensar alternativas a la crisis, nos damos cuenta de la perplejidad
general. La tendencia es a reanimar a un moribundo con el neo-keynesianismo,
forma suave del neoliberalismo, con una presencia más orgánica del Estado en la
economía. Otros intentan la vía del ecosocialismo muy presente en el FSM de
Belém. Es una opción prometedora, pero todavía no ha dado, a mi modo de ver, el
giro completo que implica una nueva concepción de la Tierra como Gaia y la
superación del antropocentrismo, confiriendo también ciudadanía a la naturaleza.
Quieren, con razón, un desarrollo ecológicamente respetuoso de la naturaleza,
pero todavía en el marco del desarrollo. Ahora bien, ya conocemos la lógica
voraz del desarrollo. O mejor, necesitamos más una retirada sostenible que un
desarrollo sostenible. Sería el comienzo de la realización del ecosocialismo.
Es decir, con los recursos técnicos, financieros y con la infraestructura
material creada por la globalización, tendríamos posibilidades de socializar un
modo de vida sostenible para todos. La Tierra, puesta en descanso sabático,
podría autorregenerarse y sostenernos a todos. Viviríamos más, con menos. Pero,
como somos culturalmente bárbaros y éticamente sin piedad, no estamos tomando
esta decisión política. Preferimos tolerar que mueran millones antes que cambiar
de rumbo. Y así, gayamente, continuamos consumiendo sin conciencia de que bien
pronto, por delante, nos espera un abismo.
Podemos y merecemos un destino mejor. Éste no sólo es posible, sino necesario. Y
es aquí donde los filósofos pueden ayudarnos. Hace decenas de años muchos de
ellos vienen afirmando que la excesiva utilización de la razón en función del
lucro y de la mercantilización de todo, a costa del saqueo de la Tierra, nos ha
llevado a la crisis actual. Para recuperar la salud de la razón necesitamos
enriquecerla con la razón sensible, estética y cordial, en la cual se fundamenta
la ética, y con una visión solidaria de la vida. Es lo que más se adecúa a la
nueva fase del encuentro de culturas y de unificación de la historia humana. O
proseguiremos por un camino trágico y sin retorno.
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