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Las patas de la sotaAunque la iglesia católica es pregonera del perdón de las deudas, resulta ser muy severa acreedora cuando esas deudas la afectan directamente. El proceder, en esas oportunidades, no consiste en olvidar y perdonar sino en exigir y ejecutar. Históricamente es posible constatarlo entre nosotros. Quizás la muestra más evidente fue la actitud ante el gobierno de Juan D. Perón. Después de varias decisiones que durante el primer gobierno favorecieron a la Iglesia, las rivalidades se iniciaron, según algunos, con la creación de la UES que ostensiblemente monopolizaba el predominio sobre la juventud. En continuidad con esto, aconteció la modificación de la ley de familia incluyendo el divorcio, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas, y la persecución pública a miembros destacados de la iglesia, junto con la airada reacción popular de la quema de los templos después de una procesión de Corpus que concluyó con incineración de una bandera argentina. La Iglesia despaciosamente, se fue cobrando esa deuda. Un símbolo muy elocuente de esa actitud fue el “Cristo vence” que muchos recordarán. Una cruz plantada en el centro de una V de la victoria, en metal dorado que se fabricó en Córdoba y tuvo amplia difusión. Era el signo de un enfrentamiento que no cesó hasta que la deuda estuvo pagada con el éxito de la revolución del 55 y el exilio de Perón. La realidad correspondía no a una ”C” de Cristo sino a la “I” de Iglesia. Los acontecimientos posteriores al restablecimiento de la democracia en 1958 con presidentes radicales desde Frondizi hasta Illia, no conformaron del todo a la Jerarquía eclesiástica. El golpe militar que entronizó al gral. Onganía, católico ferviente y cursillista pareció cumplir sus aspiraciones, dándole mucha importancia a un gesto devoto y popular que fue la consagración del país a la Virgen de Luján. La vuelta de Perón y el gobierno de Isabel decepcionaron nuevamente a la jerarquía que calificó como acontecimiento providencial el golpe militar del 1976 en el portavoz del arzobispado de Bs. As. durante el Tedeum del 25 de mayo. Así quedaba saldada otra deuda. El gobierno democrático desde 1983, con el Dr. Raúl Alfonsín, contrajo nuevas deudas, primero por la promulgación de la ley de divorcio vincular, a pesar de encarnizadas luchas. A lo que siguió la negativa a establecer nuevamente la enseñanza religiosa obligatoria, y el análisis de los subsidios otorgados a la enseñanza privada. La campaña de descrédito y movilización de los sectores opositores provocaron la caída del gobierno, y el entusiasmo se exteriorizó frente al candidato que hacía pública profesión de cristiano, bendecía con actitud episcopal, subsidiaba a los seminarios, adhería filialmente a los pronunciamientos pontificios, mantenía amistad cordial con figuras muy importantes de la jerarquía: Carlos S. Menem No es extraño entonces pensar que el presidente Kirchner haya incurrido también en esa deuda. Primero, por la reivindicación de los derechos humanos violados durante la dictadura con clara complicidad de eclesiásticos de todo orden. Luego, por la abolición de las leyes de la impunidad, y la política de planificación familiar desarrollada por el Ministerio de salud plenamente consciente de su cometido de salvar a la población de las muertes provocadas por los abortos clandestinos y la propagación del HIV. La polémica estalló con Baseoto Y además, por el proyecto ingresado y después silenciado, de acabar con la Vicaría castrense y los privilegios concedidos a los capellanes militares en el orden económico y de precedencia honorífica. El enfrentamiento con la Iglesia, al que algunos medios califican como sordo pero real, está basado, se puede pensar, en esa deuda contraída. Y esto constituye un acicate para la oposición que sabe que el apoyo o rechazo de la Iglesia resultan con frecuencia, políticamente decisivos. Que Carrió, Duhalde y Lavagna, en distintos momentos, hayan tenido citas con el Cardenal Bergoglio, (como lo han señalado algunas fuentes) puede ser casualidad o puede tratarse de reuniones amistosas para tomar un té amigablemente y compartir comentarios. Pero un poco de suspicacia, cree ver las patas de la sota, previendo que desde ese alto estrado, la unión de la oposición aparece como absolutamente necesaria para hacerle pagar a este gobierno la deuda con la Institución eclesiástica, cuyo poder ha disminuido con los ataques de la prensa que develó hechos escandalosos sin ninguna censura, y el Congreso nacional que trató sin ninguna delicadeza leyes consideradas al margen de los dictados sagrados. Lo cierto es que el Cardenal sería un líder de lujo, aunque entre bambalinas, para esa unión defensiva y opositora. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que “las patas de la sota” puedan convertirse en “la huellas del rey”. Pbro. José Guillermo Mariani |
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