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Las patas cortas de la mentira Es notable cómo los grandes personajes exaltados por la amistad carnal norteamericana entran fácilmente en el camino de las mentiras. Si el presidente Uribe de acuerdo completo con su colega (o su papá) Bush, estaba firmemente decidido a la política de acabar con los que ellos consideran terroristas, en todas partes, a todo trance y de cualquier modo, no debió tener reparos en admitir que había violado las fronteras ecuatorianas. No los tuvo su modelo, para invadir Irak y mantenerse incólume en medio de la carnicería que desató esa decisión que salpica con sangre a sus propios compatriotas. El, sin embargo cuidando al mismo tiempo su prestigio de “bravo” hacia adentro de su país y de “abierto y legalista” en el orden internacional, se empantanó en una serie de mentiras que, mucho más pronto de lo imaginable tuvo que desmentir. Tres kilómetros más allá de la frontera y nada de 800 metros. No sólo un bombardeo sino una incursión por tierra para asesinar, siguiendo los datos de un experto espía norteamericano, al hombre herido que descansaba en el campamento, y apoderarse de su cadáver para mostrarlo como trofeo y mostrar información con documentos que cándidamente reyes llevaría consigo. Detrás de esto, la hipocresía de estar interesado por la libertad de los rehenes, cuando al parecer ha utilizado todos los contactos nacionales e internacionales establecidos con ese propósito, para descubrir los movimientos de quienes los entregaban y localizar sus asentamientos. La colaboración de gobiernos no dependientes de los Estados Unidos para la liberación de los rehenes fue sin más, calificada por Uribe como complicidad. Se cuidó muy bien de hacerlo también con Sarkozy. En sus manos estuvo prácticamente la posibilidad de que fuera liberada Ingrid Betancourt, víctima valiosa como rehén de los insubordinados. Al parecer su éxito al acabar con la vida de Reyes que estaba oficiando de mediador para esa liberación, ha colmado sus aspiraciones. La mentira tiene patas cortas. Hubo de volver atrás de la aceptación de su completa responsabilidad, para señalar después, que sus tropas se pasaron de la raya, excediendo su mandato. El acto heroico de una incursión para sustraer el cadáver casi al alcance de la mano desde la frontera, fue desmentido por la cantidad de cadáveres colombianos en los alrededores del campamento que señalan un claro enfrentamiento defensivo. Y la acusación de que se tenía documentada la entrevista del representante ecuatoriano con el dirigente de las FARC, desdicha después de la aclaración del canciller Gustavo Larrea, terminó en la afirmación (inocente paloma)de que no estaba al tanto del motivo de esos contactos. La amenaza de recurrir a la corte internacional de La Haya, tiene en este contexto, trazas de buscar dilaciones ganando tiempo para continuar con su política de guerra sucia. “En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”. Y está probado públicamente que el presidente colombiano miente sin ningún reparo. Ahora ha llegado a pedir disculpas a Ecuador en la asamblea extraordinaria de la OEA. ¿Bastará con eso? No parece que sea suficiente, ni que la OEA pueda esquivar una sanción grave, una vez que reconocido que se ha violado un fundamental acuerdo (art.21) de la organización, con una violación del territorio de otro Estado. Se entiende la preocupación internacional por este ambiente prebélico que se ha generado. Más aun con la declaración del presidente Bush de que no va a dejar solo al aliado latino americano. Una contienda armada echaría a perder todo lo elaborado pacientemente por los gobiernos populares de la región y daría pie a la política bushiana para intervenir militarmente y hacerse dueños de lo que hace tiempo ambicionan, el petróleo y el agua potable del subsuelo de nuestros países. Pero ante la circunstancia absolutamente nueva de una violación territorial de esta magnitud y con ese motivo, quedarse de manos cruzadas sería ofrecerse como víctimas a los poderosos. Es de desear que el organismo internacional no quede a medio camino, renunciando a su deber de imponer sanciones ejemplarizantes. José Guillermo Mariani (pbro) |
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