¿Termina mi libertad donde empieza la tuya? Por Leonardo Boff
Muchas veces escuchamos esta frase, considerada casi como un principio. Nunca
vi a nadie cuestionarla. Pero pensando en los presupuestos subyacentes y en las
posibles consecuencias debemos ponerla en cuestión seriamente. Es la típica
libertad propugnada por el liberalismo como filosofía política.
Con el derrocamiento del socialismo realmente existente
se perdieron algunas virtudes que, bien o mal, él había desarrollado, como el
sentido del internacionalismo, la importancia de la solidaridad y la prevalencia
de lo social sobre lo individual. Con la ascensión al poder de Thatcher y de
Reagan volvieron furiosamente los ideales liberales y la cultura capitalista con
la exaltación del individuo, la supremacía de la propiedad privada, la
democracia delegaticia y la libertad de los mercados. Como consecuencia cabe
constatar que actualmente hay mucha menos solidaridad internacional y
preocupación por los cambios en favor de los pobres del mundo que antes.
Este es el telón de fondo sobre el cual debe entenderse la frase «mi libertad
termina donde empieza la tuya». Se trata de una comprensión individualista, del
yo solo, separado de la sociedad. Es la libertad «del» otro y no «con» el otro.
Para que tu libertad empiece, la mía tiene que acabar. O para que tu empieces a
ser libre, yo tengo que dejar de serlo. Consecuentemente, si la libertad del
otro no comienza, por la razón que sea, entonces mi libertad no tiene límites y
puede expandirse como quiera porque no encuentra la libertad del otro. Ocupa
todos los espacios e inaugura el imperio del egoísmo. La libertad «del» otro se
transforma entonces en libertad «contra» el otro.
Esta comprensión subyace al concepto vigente de soberanía territorial de los
estados nacionales. Hasta los límites de otro estado es absoluta. Más allá de
esos límites es nula. La consecuencia es que ya no hay lugar para la solidaridad.
No se promueve el diálogo ni la negociación, buscando convergencias y el bien
común supranacional. En la crisis del gas entre Brasil y Bolivia hemos visto la
vigencia de este concepto de libertad neoliberal y de soberanía individualista,
exigida por muchos.
Normalmente cuando este paradigma entra en funcionamiento se instaura un
conflicto que se resuelve por la fuerza. La soberanía de uno aplasta a la
soberanía del otro, sacrificando la libertad. Ha sido sabiduría del Presidente
Lula no guiarse por esta lógica y no haber desistido —para irritación de la
gente del viejo paradigma de la fuerza y del trueque—, de dialogar
incansablemente y de buscar convergencias con el presidente Evo Morales. Lo que
dio, efectivamente, buenos resultados.
Por eso, la frase correcta debe ser ésta: mi libertad solamente comienza
cuando empieza también la tuya. Es la perenne lección dejada por Paulo Freire:
jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece
en la medida en que crece también la tuya y gestamos conjuntamente una sociedad
de ciudadanos libres y solidarios.
Por detrás de esta comprensión de libertad solidaria se encuentra el
principio humanista: «haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti». Nadie
es una isla. Somos seres de convivencia. Todos somos puentes que se unen unos a
otros. Por eso nadie es sin los otros y libre «de los» otros. Todos estamos
llamados a ser libres «para» los otros y «con» los otros. Como dejó escrito el
Che Guevara en su Diario: «solamente seré verdaderamente libre cuando el último
hombre haya conquistado también su libertad».
Fuente Koinonía
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