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Los atajacaminos

En los caminos de tierra flanqueados todavía por el monte enredado de malezas, algarrobos espinillos y chañares, habita una variada fauna que, sobre todo en las especies volátiles, es muy poco conocida. Transitando esos caminos en el clima de misterio y siempre un tanto ominoso de la noche, de repente, como descendiendo de lo alto, se instala frente a los faros del vehículo, como semáforo prohibiendo el paso, un par de focos rojos incandescentes. Se trata del “atajacaminos” (un pájaro pequeño cuyo nombre técnico es ñañarca) que, convocado por el sonido y la luz sale de su escondite y su dormidera, poniendo una nota más de sorpresa y hasta de temor en los viajeros. En realidad es un pájaro absolutamente inofensivo que muy pronto desaparece entre el ramaje, protegiéndose.

Se me ocurrió pensar en él, a propósito de la relativamente nueva presencia de la policía caminera en nuestra rutas. La semejanza ocurre porque, ante la vista del vehículo estacionado al lado del camino y los llamativos uniforme esgrimiendo el bastón que indica detenerse o continuar nos embarga una especie de curiosidad y temor. Que el foquito, que el cinturón, que la velocidad, que las balizas, que el carnet actualizado, que el sobrepaso sin tener en cuenta las líneas paralelas….

Finalmente pasamos con una sonrisa y un saludo. Eso cuando no llevábamos encima la responsabilidad de ninguna infracción. Pero, si por cualquier motivo, no encendimos los faros o no nos colocamos el cinturón, o..o…o, acontece lo de la boleta y la multa. Y entonces estallamos. A nosotros, a mí, ¡no pueden multarme!. Y el desquite es desacreditar con el método boca a boca, a los policías y a quienes inventaron este método de control, únicamente con afán recaudador. El individualismo egoísta en que estamos acostumbrados a vivir, es el que transforma la circulación en las rutas y en las ciudades en una especie de duelo desafiante en que todos tenemos derechos y nos consideramos por encima de los demás. La misma actitud nos impide pensar que detrás de cada una de esas sanciones, hay accidentes que se evitan, así como sus dolorosas consecuencias, hay vidas que se salvan, hay tensiones que se disminuyen, hay aumento de la sensación de seguridad.

Se escucha ponderar a viajeros por Europa o Estados Unidos cómo está de ordenado el tráfico allá en el primer mundo, porque la gente es educada y disciplinada en contraposición con nosotros. Muy pocos analizan el proceso cumplido y vigente en esos países para mantener la disciplina, que no es otro que el de una estricta vigilancia en el cumplimiento de las reglas de tránsito y la aplicación de multas realmente onerosas. El secreto consiste en que el capitalismo reinante, con la absolutización del valor dinero, no dispone de otro medio de ordenamiento real que los premios y castigos “cash”. Nadie acusa allí de voraz recaudador al estado por eso. Las acusaciones de corrupción coimística que ya han comenzado a circular entre nosotros con la muletilla de “tal o cual me contó, yo escuché…” desacreditan a nivel general esta iniciativa y constituyen el testimonio tremendo de un individualismo a muerte.

No sé si las compensaciones que reciben los miembros de la “caminera” son tan ingentes como se dice, pero sí sé que su cometido no es nada agradable y supone una cantidad de capacidades y disponibilidad para desafiar la intemperie, y aguantar las reacciones tan variadas e imprevisibles de la gente.

En definitiva, aunque me cobren una multa por cualquier transgresión, después del fracaso de todas las campañas educativas con publicidad de toda clase, creo que se trata de una iniciativa laudable que merece aprobación y apoyo ciudadano.

Quito Mariani


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Última modificación: 30 de July de 2010