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Los pobres, el comodínLa ficha o carta que se reserva para cuando ya no quedan números valiosos en orden a ganar la partida, se designa así: “comodín”. Observando las alternativas de la lucha por conseguir espacios de poder desde los que puedan resguardar o acrecentar los propios intereses los distintos grupos, que pueden ser también calificados de corporaciones, uno se da cuenta que con demasiada frecuencia aparece un tema comodín: los pobres. Todos gustan presentarse como sus defensores sufrientes, por la gravedad de ese mal, muchas veces producido por ellos mismos. Después del nacimiento y propagación de la teología de la liberación, que entendía la solución del problema de la pobreza con una actitud de reivindicación de los derechos usurpados en el sistema capitalista, y calificaba la situación de carencias elementales como fruto inmediato de la explotación del hombre por el hombre, la iglesia oficial hizo un pequeño giro en su lenguaje y en su conducta. La actitud que había sido cómplice del sistema consistente en poner pequeños parches de ayudas o limosnas para ayudar a la permanencia y crédito de ese mismo sistema opresor, comenzó a admitir un paso más allá del mero asistencialismo, absteniéndose de condenar a quienes participaban en esfuerzos de concientización, reclamos o exigencias de derechos, emprendimientos comunitarios, alfabetización, comunidades de base netamente popular que revolvieran el orden establecido. No duró mucho este giro forzado por las circunstancias. La condenación de la teología de liberación como marxista (copiada de la moda de los gobiernos de calificar como “comunistas” a todos los trabajadores por la justicia social) realizada centralmente por el documento elaborado por Ratzinger durante el pontificado de Juan Pablo II; la reprensión pública del mismo Juan Pablo en su visita a Nicaragua a Ernesto Cardenal comprometido como ministro de cultura con la revolución sandinista, (Ernesto Cardenal ha sido propuesto por poetas de 58 países como Premio Nobel de Literatura 2010); la persistente sospecha y rechazo de las comunidades de base por parte del Vaticano, acabaron con ese pequeño giro de la Iglesia jerárquica. La restauración del antiguo criterio de ayuda, asistencialismo y limosna. ha sido oficializado por el Papa actual en su encíclica “Deus Caritas est”. A esta iglesia representa nuestro episcopado nacional presidido por el Cardenal Bergoglio que acaba de sacar un documento afirmativo de que la pobreza crece hasta hacerse inaguantable. En segunda línea del documento se lee el reproche y culpabilización del Gobierno nacional como negligente para enfocar ese problema que para ellos, dicen, es el más importante. Ya hubo manifestaciones parecidas cuando la estatización de la AFJP, aduciendo que había problemas más urgentes, como la pobreza y la desocupación. Ellos tienen distinta información de la que se maneja oficialmente. Después, tuvieron y publicitaron la brillante idea de subsidiar con fondos recogidos de empresarios católicos, a los escolares niños y jóvenes, para que la educación quedara al acceso de todos, supliendo un deber incumplido por el Estado. Apenas el poder ejecutivo se les adelantó a cumplir la iniciativa, reaccionaron en contra, calificándola de insuficiente y electoralista El reciente documento ha merecido críticas expresas del gobierno. Es sin embargo notable que las organizaciones que realmente militan por solucionar la inequidad social, no hayan dado muestra de asentimiento a las acusaciones episcopales. Y más aun hay que tener en cuenta que la llamada Mesa de Enlace SÍ ha dado su entusiasta aprobación. “si el chancho alaba, peor”. Se les podría preguntar ¿a qué pobres se refieren ellos? ¿A los campesinos conscientes de la explotación, pero sin otro medio de vida que sus pequeñas parcelas, como los integrantes de diversos movimientos en Santiago del Estero, Córdoba, Misiones. Formosa …? ¿o simplemente a los ingenuos que creyeron que derogada la 125 iban a recibir mayor compensación por su trabajo, y tardan todavía en darse cuenta del engaño? Las declaraciones oficiales, después de la entrevista de las distintas comisiones episcopales con la presidenta y otros representantes de intereses sociales, expresan que, a pesar de las apariencias, no hay dificultades en las relaciones de la iglesia con el gobierno. Pero a nadie se le escapa que se trata de afirmaciones diplomáticas pour la gallery, para no caer en el riesgo de que la gente se dé cuenta de que la institución no es aquí instrumento de paz sino que, con una posición tomada, se suma a los opositores con quienes simpatiza. Pero el “comodín” no parece haberles dado, hasta ahora, suficientes resultados. José Guillermo Mariani (pbro) |
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