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Mala lecheLos expertos en bromatología confían en su olfato profesional que, en ciertos casos, los orienta al uso de los aparatos detectores de que disponen. Con la leche suele suceder que, antes de cualquier constatación científica, se dan cuenta de que no es apta para el consumo. En política basta también con cierto olfato, al margen de la investigación científica y estadística, para descubrir cuándo las opiniones que se vierten son de lo que se designa vulgarmente como “mala leche” Tres síntomas me parecen atendibles para este diagnóstico.
1) Que
inmediatamente se reaccione contra la adopción de medidas que los opinantes,
cuando tuvieron poder, no se atrevieron a tomar o por miedo o por venalidad. Así
la urgente necesidad de desarticular la “Corte automática”; de descabezar la
cúpula de las Fuerzas Armadas; de resistirse a la suba de las tarifas en contra
de los intereses de la Empresas prestatarias que en realidad son empresas
extractarias, y contrariar así la imposición del Fondo; de renegociar la Deuda
logrando una baja del 75%; de dialogar con los Piqueteros para no caer en la
violencia represiva y asesina de los Duhalde; de desatar las trabas para la
investigación de las explosiones de Río Tercero y sus vinculaciones con la venta
ilegal, clandestina y traicionera de armas; de esforzarse frente al impenetrable
sigilo de los Bancos Suizos por descubrir las cuentas millonarias de los
funcionarios menemistas y del propio ex presidente; de activar la investigación
y la búsqueda de los bebés secuestrados; de propiciar la anulación de las leyes
de la impunidad para los crímenes de lesa humanidad; de requerir depuración de
“la bonaerense”... 2) Que los liberales a ultranza, coincidiendo a veces con los extremistas de izquierda, se esmeren por encontrar consignas cortas y descalificantes expresadas con palabras nuevas. “degenerador de la política y la economía” “setentista trasnochado” “chantajeado por los Piqueteros” “comunista disimulado” “efectista y mediático ineficaz” . . . etc. A veces el ingenio suele convertir estos slogans en medios excelentes para impactar al pueblo. Es innegable por ejemplo que Menem acertó como pocos, en el calificativo de “aburrido” que le ensartó a de la Rúa. Pero todas esas críticas, a las que se les huelen intereses financieros y políticos, no han logrado disminuir el porcentaje de aceptación popular para el Gobierno Nacional. 3) Que se descalifique sistemáticamente todo lo que aparece como proyecto oficial, profetizando su fracaso o sus terribles consecuencias. Y, con posterioridad, un silencio sin comentarios, porque no se atreven a oponerse a las manifestaciones de aprobación que surgen de los niveles populares que han sido o serán beneficiados por esos proyectos.
La crítica es indispensable. Pero no para destruir lo que se hace de provechoso sino para señalar y reclamar por lo que todavía falta. Señalar, reclamar y apoyar para que las decisiones que se toman, respondiendo al clamor popular, sean por eso, verdaderamente democráticas aunque parezcan autoritarias y apresuradas. Por de pronto, creo que la mayor objeción que puede hacerse, está ligada al condicionamiento creado por la “base exclusivamente justicialista” en que se apoya el Gobierno, sujeta necesariamente a las internas que siempre en ese partido han sido cruentas y dañosas para el País. Y a la reciente asunción de las bancas legislativas por viejos políticos con todas las mañas que provocaron la explosión del “que se vayan todos”. Y esto no es de mala leche. Es para mejorar la calidad de la leche. Pbro. José Guillermo Mariani |
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