La Cripta Virtual: Un espacio para hablar Sin Tapujos

"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

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Marketing Bergoglio o “el tiro por la culata”

 

¡Maestro! Con sólo una palabra hizo famosa la muestra del León Ferrari y provocó la publicación de sus obras en todos los medios. La palabra mágica fue ¡Blasfema!

Habitualmente cuando se producen excesos defensivos se está descubriendo tanto en personas como en instituciones, una falta de seguridad. En este caso, falta de fe. ¿Por qué? Porque si uno pensara que se hiere la fe de los cristianos con una expresión de cualquier nivel y categoría, ¿qué reacción podríamos esperar frente a los escándalos financieros del Vaticano, o a las ambigüedades sobre la muerte de Juan Pablo I denunciadas en “Por voluntad de Dios”, o los escándalos de sacerdotes y obispos abusadores y acosadores que alcanzaron publicidad en los últimos tiempos? Una fe inmadura, sostenida con alfileres, se pierde con uno sólo de estos sucesos. Una fe madura los asume como parte de una realidad dolorosa que no se remedia ocultándola.

¡Ha blasfemado! Fue la acusación definitiva contra Jesús de Nazaret. Porque para los judíos el presentarse como hijo de Dios era blasfemia, ofensa gravísima y vituperante contra el Dios verdadero. Para Jesús y para nosotros es la verdad que fundamenta y hace absolutamente original la revelación cristiana.

Ciencia, religión, arte... son espacios cuyos límites son difícilmente definibles. Por eso hay que tener cuidado. Galileo en el siglo XVII fue condenado por el santo Cardenal Belarmino y encarcelado por el Papa como hereje. Confusión de límites entre religión y ciencia. Exageración defensiva. En el siglo  anterior Miguel Angel Buonarotti había realizado la maravillosa obra del juicio final en la bóveda de la capilla Sixtina. Muchos de los personajes estaban desnudos. Fue contratado un pintor al que la gente designó como “il braghetone” que colocó una especie de taparrabos a todas las desnudeces. Cuando por los ochenta se quiso restaurar la obra, se intentó quitar esos adminículos. No fue posible volver a la obra original. Los desnudos herían el pudor y eran  blasfemos en un lugar sagrado. Y quedaron tapados.

¿Hasta dónde el arte es arte, la ciencia es ciencia, la religión es el único modo de relación con Dios?

¿Cuántos diversos enfoques se pueden dar a una expresión humana de acuerdo a los propios principios, la realidad circundante, la creatividad de sus autores, los intereses predominantes...?

Defender la fe solidificándola en sus conocimientos y apoyándola con la práctica y el testimonio de un compromiso profundo con los derechos humanos fundamentales, eso sí es defenderla en contra de la única blasfemia realmente objetiva que toda violación de los derechos humanos. Jugarse en pronunciamientos descalificantes es muy peligroso. Muchas veces sale el tiro por la culata. Como en este caso y cuando el Obispo Ñáñez sin leer “Sin tapujos” pronunció su opinión, su condena y su sanción. Si hubiera esperado un poquito cuántos dolores de cabeza se hubiera evitado él mismo y hubiera evitado a la comunidad católica de Córdoba que no son sólo sus sensibles y fácilmente perplejos devotos.


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Última modificación: 30 de July de 2010