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Nunca es para tanto
Toda opinión es parcial. O por incompleta, o por atada a un interés determinado. Quien supone que la suya es absoluta, peca por soberbia, ingenuidad, malicia o inmadurez. Sin embargo existen algunos parámetros para medir la relativa objetividad de las opiniones. En política los campos suelen dividirse en oficialismo y oposición. Cualquier opinión aunque aparezca fundamentada suficientemente tiene que ser liberada de un tanto por ciento en cuanto a objetividad. Nunca lo que favorece al oficialismo es imparcial ni tampoco lo de la oposición. Más aun, por lo general, como la oposición es inactiva y por tanto descomprometida, sus argumentos suelen estar manchados copiosamente por exageraciones e incapacidad de brindar soluciones. Siempre, por eso, hay que “tomarlo con soda” teniendo conciencia de que “partido tomado es verdad alterada”. Sucede lo mismo con los periodistas y los medios de difusión. Cuando se conoce a los “patrones “con quienes trabajan o los sostienen, hay que bajarles los decibeles tanto a las denuncias como a las alabanzas y, sobre todo a las predicciones. En las instituciones cerradas como la iglesia o, en algunas oportunidades las Fuerzas armadas, en que la disciplina abarca todos los espacios, las opiniones tienen que adaptarse a los límites señalados por quienes defienden los intereses corporativos. Y entonces es posible tropezar con silencios temerosos, con cuidadosas indefiniciones disimuladas por abundancia de palabras o de vez en cuando con furibundas declaraciones defensivas del orden establecido o con críticas exageradas. Constituye un saludable ejercicio, tener en cuenta todas estas cosas para la hora de establecer criterios, juicios y conductas. Algunos son partidarios del criterio de no escuchar a nadie mantenerse en su propia opinión sin modificaciones. No es razonable. Se pierde una infinidad de variantes enriquecedoras y se corre peligro de anquilosarse. Otros se deciden o los deciden por lo mejor presentado en palabras e imágenes y se dejan llevar sin problemas. Esto ha dado lugar a que las propuestas serias de los candidatos a los gobiernos hayan cedido lugar a discusiones televisivas, campañas de ofertas y realizaciones exageradas por la imagen, adornos festivos y hasta payasescos, promesas absolutamente exageradas y otros recursos parecidos para conquistar a una cantidad de gente sin criterios propios. La medida prudente es elegir como fuente más confiable la que no tiene reparos en variar sus alabanzas o críticas de acuerdo con la realidad. Es malo que uno sepa de antemano lo que el opinante va a decir. A veces puede ser porque es consecuente con toda su vida, pero muchas otras el motivo es que siempre se parcializa hacia un lado u otro. En resumen NO SIEMPRE ES PARA TANTO lo que se escucha o se lee. No son demasiadas las opiniones sensatas e imparciales (que de ninguna manera hay que confundir con las siempre desteñidas).- José G.Mariani (pbro) |
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