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Opción por los pobres: compromiso y excusa
La conferencia Episcopal latinoamericana reunida en Medellín en el año 1968 fue determinante para establecer con fuerza para la actividad de la iglesia la opción evangélica por los pobres Puebla, bajo Juan Pablo II, la disminuyó compartiéndola como opción preferencial con la de los jóvenes (que no figura en el evangelio). La perspectiva inicial que desarrolló en América Latina una cantidad de estudios e iniciativas para llevar a cabo efectiva y eficazmente la opción por los pobres, fue advertida inmediatamente por las naciones poderosas y provocó reacciones de persecución y contraofensiva dentro y fuera de la Iglesia contra quienes, laicos, sacerdotes u obispos se comprometían seriamente con la promoción y las exigencias de la justicia. Fueron tiempos en que “estar con los pobres “ era ser comunista o terrorista en acto o al menos en potencia. La denuncia acompañaba y orientaba el compromiso. Después de Puebla, comenzó a disminuir el testimonio y la organización de las comunidades eclesiales de base, descalificadas muchas veces por la jerarquía y en oportunidades, condenadas como pretensión de crear una “iglesia paralela popular”. Muchos laicos, sacerdotes y hasta obispos, resultaron mártires cruentos porque fueron literalmente eliminados y muchos también sufrieron torturas, cárcel o persecución constante. La iglesia oficial hizo lo suyo, descalificando o marginando de sus filas a los acusados de esta exagerada pasión por los derechos del hombre, que olvidaba muchas veces los derechos de Dios y de la iglesia. Insensiblemente, la necesidad de no estar enfrentados a los obispos indujo a muchos sacerdotes y religiosos a cultivar la religiosidad popular (cuya fuerza liberadora había descubierto la teología de la liberación) insertándose en los medios más humildes, muchos en villas miserias y compartiendo con los más pobres las necesidades cotidianas, como gran ejemplo de austeridad solidaria, pero sin resaltar ni sus efectos alienantes ni su riqueza revolucionaria. Esta tendencia fue creciendo. Se amparó en postulados de la teología de la cultura que quitaba la fuerza revolucionaria a la de la liberación, con la acusación de haber engendrado violencias e ineficacia, y orientaba hacia la evangelización de las culturas como el verdadero medio de llegar a la Justicia. Hoy los que viven con los pobres son favorecidos por las instancias oficiales, con aprobación eclesiástica y gubernamental, con subsidios y propaganda a favor, basados en el estilo de caridad de la Madre Teresa de Calcuta Ya no hay curas acusados de comunistas por estar en una villa. Ya la denuncia de las injusticias o del crecimiento de la pobreza se usan en los documentos episcopales cuando quieren oponerse a un gobierno con el que no simpatizan. Así se explica la blandura durante el gobierno menemista (prácticamente el único reclamante era Mons. Rey al frente de Caritas) y la severidad actual en que el gobierno se mueve con prescindencia de los criterios eclesiásticos en muchos aspectos. Y se da también un nuevo fenómeno. Los casos en que con los escándalos de violaciones y acosos, los actores aparecen en la otra cara de la medalla como solidarios con los pobres y comprometidos con su causa con gran generosidad. Entonces, lo de la opción por los pobres suena a excusa más que a compromiso. A simulación más que a realidad. La encíclica Deus caritas est, señala como función de la iglesia conscientizar para que otros realicen la justicia sin hacerse responsable de lograrla. José Guillermo Mariani (pbro) |
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