|
|
¿Pasó y se fue?
No! La expectativa creada por el marketing para el día de la madre, concluye con los festejos de ese tercer Domingo de Octubre. La fecha sirve a muchos para remediar actitudes de indiferencia o dejadez, a otros para evocar con nostalgias una presencia y a otros para exteriorizar lo que en la rutina de las diarias preocupaciones queda como relegado aún involuntariamente. Desde luego, resulta más importante la prolongación, que el festejo puntual. No tendría autenticidad si realizado, pasara a ser sólo recuerdo o expiación de un sentido de culpa. Prolongarlo exige renovar las motivaciones que hacen de la celebración puntual un acontecimiento valioso por encima de todos los aspectos comerciales. Superadas relativamente las etapas en que la mujer era relegada al hogar como servidora de su marido y productora de hijos, la cultura occidental y cristiana recuperó el valor de la maternidad como vocación y servicio indispensable para la constitución de la sociedad. Sin embargo, el intento reduccionista del papel de la mujer en la sociedad, intentó cercar con las obligaciones hogareñas el papel de la mujer madre, como educadora de los hijos. Desconoció entonces la importancia de su actuación pública aportando los elementos educativos, la abnegación para mantener las defensas de las grandes causas, la perseverancia para afrontar los sufrimientos y renuncias, la libertad para tomar sus decisiones en relación de igualdad con los varones, y sus legítimos derechos a la realización personal. Todo eso está en marcha. Lenta marcha. Los movimientos feministas la aceleran y, a la vez, por las reacciones conservadoras que provocan, ofician de freno y resistencia. La presencia comprometida y altamente eficaz de la mujer, en muchos casos claramente perceptible, por la entereza, la constancia, y la fuerza de la ternura que es también fuerza de lucha, resulta para quienes puedan mirar con imparcialidad, un aporte irremplazable para el mejoramiento social. Un párrafo aparte merece la resistencia dentro de la iglesia católica para admitir, como lo hizo Jesús, a las mujeres como compañeras de los apóstoles. Esta obstinada resistencia es indudablemente causa de muchos problemas que alejan a la gente, y de graves deficiencias que desprestigian a la institución, descontadas las riquezas que se pierden En nuestras experiencias inmediatas, las madres y abuelas de la Plaza, las que golpearon cacerolas, las que animaron las asambleas populares y los reclamos piqueteros, las que propiciaron marchas y reclamos de justicia sin ninguna aspiración política, las que aceptaron responsabilidades públicas sin ánimo de competir con los varones, las que perseveraron en su vocación docente a pesar de las magras retribuciones, son una realidad que tiene que llamarnos la atención. Todas estas originales cualidades, florecimiento de la vocación maternal, merecen ser tenidas en cuenta para que prolongando la celebración del día de la madre, todos los hijos valoremos su presencia en el hogar, en la iglesia y en la sociedad. Pbro. José Guillermo Mariani |
Número de visitas desde la Pascua del 2001
Enviar correo electrónico a
raul@sintapujos.org
con preguntas o comentarios sobre este sitio Web. |