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Pecadillos
Los grandes pecados tradicionales estaban sintetizados en los siete calificados como capitales. Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. La soberbia que engrandece hasta considerarse superior, ha pasado a ser privilegio de unos pocos. La situación general es de sensación de pérdida de la propia dignidad y de la pérdida de autoestima. La avaricia, al igual que la primera ha huido de las posibilidades de las mayorías para concentrarse en el acaparamiento de un núcleo muy reducido, en constante disminución. La lujuria en el sentido de refinamiento del placer sexual fueran de cualquier clase de límites, se ha transformado en apatía, impotencia, fatiga y agotamiento para vivir la sexualidad. Las tensiones opresoras de la realidad social la han sacado del medio y han proliferado por eso los elementos artificiales de excitación y remedio de limitaciones (viagra y compañía) o las degeneraciones brutales fruto de una especie de explosión tras la represión involuntaria del sexo. La ira que expresa la falta de dominio de las reacciones frente a lo que consideramos injusto, ha sido reemplazada por la sensación de impotencia ante los abusos de los grandes que logra actitudes de resignación y abandono en los oprimidos. El nombre de la gula ya no está ligado a la voracidad por los alimentos exquisitos de que hacían gala los nobles romanos desahogándose en los vomitorios para seguir engullendo, es la preocupación por las figuras impuestas por la moda que llevan a la anorexia y la bulimia o es del otro lado el flagelo del hambre que aflige a media humanidad. La envidia que consiste en el ansia desmedida de lo que el otro tiene ha sido consumida por el consumismo que ha convertido en obligación o en ilusión lejana la adquisición de las múltiples ofertas a cualquier precio. Celulares, televisores planos, motocicletas despampanantes. La pereza, finalmente, se ha constituido en la actitud más razonable y equilibrada frente a los fantasmas de la desocupación y el empleo mal retribuido. Todos esos grandes pecados se han transformado ya en “pecadillos” abarcados por el único gran pecado que salta desde lo individual a lo social y que es el capitalismo liberal globalizado o para ser más exacto, concentrado en pequeños sectores que prometen globalizarlo. Desde el Vaticano se lanza ahora una nueva enumeración de pecados. No se trata de otra cosa que una pormenorización del contenido del gran pecado de que hablamos. La insensibilidad ecológica, la manipulación genética, el consumo de drogas, la desigualdad en la posesión de bienes materiales. Es una mezcla de realidades heterogéneas. Sólo tienen el común denominador el que, quienes son los pecadores, no tienen pensado arrepentirse. Simplemente porque han dado vuelta su conciencia y todo depende de lo económico: la felicidad, el éxito, la ciencia, la ética, y hasta la aprobación de Dios que supuestamente bendice sus acciones con el premio de un aumento constante de sus riquezas. Ese gran pecado del sistema adoptado y aprobado a nivel mundial con reacciones de la Iglesia ante cualquier tendencia de ensayar un socialismo más humanitario, (como sabiamente lo indicaba la conferencia episcopal de Medellín), es el productor de los pecados sociales e individuales. Allí tienen su origen la contaminación ecológica, el arrasamiento de civilizaciones, del aumento de la pobreza en intensidad y amplitud, el narcotráfico (éste es el pecado y no el consumo), con muchos otros, el sexo comercializado, la explotación de la mujer, las religiones electrónicas, las mentiras de los medios de comunicación, la antesala de la muerte que son una cantidad de boliches nocturnos sin límites de horarios ni de consumo. Sabiendo con seguridad que los sostenedores del sistema nunca se van a confesar de sus tremendos pecados, no es raro que el porcentaje generoso del que habla el tal mons. Girotti, de 40 por ciento que buscan la confesión, vaya disminuyendo cotidianamente. Porque en realidad, se trata de “pecadillos”. José Guillermo Mariani (pbro) |
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