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Sed y rapiña
Los recursos naturales se están volviendo insuficientes para satisfacer las necesidades de la población mundial en constante crecimiento aunque se prevé una estabilización en los 9.000 millones para las próximas décadas. Eso explica la preocupación de los países llamados del primer mundo por proveerse de fuentes de energía que alimenten el desarrollo industrial y todo el progreso material. Y el recurso más inmediato y tentador son los reservorios naturales de otros países más preocupados por el presente que por el futuro. El petróleo se ha convertido así en elemento codiciado, defendido y buscado hasta superar cualquier clase de fronteras geográficas y éticas. Verdaderamente es “oro negro”, origen de una cantidad de rapiñas desembozadas o encubiertas con excusas como la urgencia de oponerse a los terrorismos y defender las democracias u otras parecidas. Pero, hacia el futuro se vislumbra el agotamiento de un recurso que pone en juego la misma vida y especialmente la del ser humano, el agua. Se puede vivir varios días sin comer, pero no pueden pasarse más que unas horas sin beber. Por eso las naciones poderosas emplean grandes sumas en investigación de los reservorios de este “oro blanco” que se calcula constituirá el tema de todas las disputas y guerras del futuro. Nosotros somos un país privilegiado y, por eso mismo, objeto de especial codicia. Pero también somos un país traicionado muchas veces por las autoridades que aceptando dádivas y privilegios no han cuidado por ejemplo, las ventas de grandes extensiones en la Patagonia con la propuesta de hacer rendir tierras improductivas y dar trabajo a la gente empobrecida de distintos parajes, ni se han negado a la intromisión de espías y cuerpos de exploración en el territorio bautizado como la triple frontera. Los dos acuíferos mayores son precisamente el patagónico y el guaraní. Hay que tener puestos los ojos en Misiones y la Patagonia para descubrir y desenmascarar a quienes nos engañen con promesas de capitales y explotación para hacerse dueños de nuestras riquezas naturales. Compartir con otros países menos privilegiados nuestra abundancia de recursos, es una actitud generosa y laudable. Entregárselos para que ellos los administren es simplemente traición. El agua es y tiene que ser nuestra. Con argumentos privatistas que nos convencieron primero de que los argentinos no servimos para administrar y hacer rendir nuestras posibilidades, y nos sedujeron con las tecnologías disponibles y la radicación de capitales, los convenios firmados sólo se respetaron en las cláusulas que los favorecían. Los compromisos de inversiones en mejoramiento de servicios y conservación de tarifas quedaron postergados, con la complicidad de los organismos encargados de control e inspección. La cosa es que ahora “el agua es de ellos” y nos dan lo que quieren y como quieren. Una propuesta del Intendente Juez ha sorprendido. Llevar a cabo un plebiscito no vinculante para que los cordobeses digamos si la provisión de agua tiene que administrarse por el Estado o por Empresas privadas. No han tardado en producirse reacciones descalificando la propuesta. Los medios que responden a intereses transnacionales se han apresurado a calificarla como un hito más en la infantil y fatigante pelea entre Juez y de la Sota. Otros, con mayor delicadeza la han desvalorizado como propuesta política. Y otros, finalmente, como si se tratara de algo inútil y costoso que no traerá ningún resultado porque las leyes de juego ya están establecidas. Creo que favorecerla, será un excelente medio de conscientización en algo de suma importancia. El escepticismo que produce apatía en la participación ciudadana lleva a dejar de lado el interés y conocimiento de los verdaderos problemas. Ayudar a tomar conciencia de la importancia del agua y de que siendo nuestra la tenemos que defender, será un logro por demás expectable. Hacerse al lado será preferir la sed y la rapiña.
José Guillermo Mariani (pbro) |
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