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Unos siembran y otros recogenEsta máxima es una constatación experiencial, una sentencia evangélica y un aporte para la resignación. He vivido el pasado Domingo en la despedida como Párroco de La Cripta, todo lo contrario. He recogido el fruto de una siembra que tengo conciencia de que fue muy limitada, una abundantísima cosecha. Las personas arracimadas en el jardín de La Cripta; el incesante desfile recordándome agradecidas, cantidad de cosas pequeñas que recibieron de mí, muchas de las cuales no tengo absolutamente memoria; el beso cariñoso acompañado de palabras al oído recordando momentos compartidos gratificantes por su importancia vivencial; las lágrimas mojando esta despedida aunque sólo me aleja parcialmente; las expresiones de alegría por estar y haber trabajado juntos; la cripta y el salón desbordantes y ocupados al centímetro, por participantes de la celebración de la Misa con silencio atento y devoto …todo eso se volcó como un bálsamo que retrocediendo a mi pasado lo asoció con el perfume del presente. Porque tuve la sensación de que no había equivocado mis rumbos. Estaban los representantes del arte, afirmando mi costumbre de acompañarlos y admirarlos fomentando las expresiones musicales, plásticas y literarias sin remilgos ni condenas. Creo que la “catolicidad” que es ya casi sólo un epíteto para hablar de la iglesia, tiene su provenir en estas expresiones misteriosas del ingenio del ser humano que traspasan todas las fronteras. Alguien ha hablado por eso del arte como “religión” del futuro. Estaban representantes de las organizaciones de defensa de los derechos humano con madres y abuelas de Plaza de Mayo, expresión valorativa de la acción social de la mujer, con quienes coincidí en las luchas, las adversidades y los triunfos. Estaban los chicos, jóvenes y padres scout. Me dediqué apasionadamente a explorar y utilizar el método scout para la formación juvenil sin convertirlo en apéndice de proselitismo católico. Estaban los adultos integrantes de los grupos parroquiales, de los Consejos pastoral y económico, junto con una cantidad de participantes de las misas dominicales para quienes siempre tuve el respeto de preparar con seriedad y con inserción en la realidad, mi predicación y mis celebraciones. Estaban funcionarios públicos confundidos anónimamente con la gente, como apoyando el criterio de sentido crítico honesto que guió mis denuncias y mis aplausos. Estaban muchos que habían sido ahuyentados por una severidad extrema e incomprensiva, y habían buscado refugio en una dimensión humana de sentido común y comprensión. Estaban ancianos enriquecidos con valiosa experiencia de libertad y apertura, recogida en la marcha comunitaria desde su juventud. Estaba mi querida familia, con sus cuatro generaciones, testimonio de una obstinada y profunda comunicación con todos ellos desde siempre, considerada por mí como indispensable condición de normalidad humana y afectiva. Y estaba la comunidad, palpable, concreta, decidida a continuar la misma orientación con un conductor que la valora en toda su historia y su dimensión cristiana de futuro. Seguramente he recogido mucho de lo que otros sembraron. Pero a quienes con tanta eficacia y generosidad me hicieron sentir alegría de cosecha en la magnífica tarde del domingo 25, se lo agradezco inmensamente.
José Guillermo Mariano (pbro) |
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