La Cripta Virtual: Un espacio para hablar Sin Tapujos

"Donde la Iglesia no engendre una fe liberadora, sino que difunda opresión, sea esta moral, política o religiosa, habrá que oponerle resistencia por amor a Cristo".
Jürgen Moltmann

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Sin sangre

 

Hace 29 años, en un camino solitario de los Llanos riojanos, lo mataron. Mataron a un Obispo que se había animado a ser pastor. A utilizar la vida atendiendo al rebaño y a estar dispuesto a ofrecerla hasta perderla  Un Obispo que se dedicó obstinadamente a  conocer y descubrir las necesidades de la gente. Y entre algunas cosas muy importantes descubrió que el agua, elemento indispensable para la fecundidad de la tierra y la vida de los seres humanos en todas partes pero de manera singular en La Rioja, estaba acaparada, monopolizada, por un nivel de notables pertenecientes a unas pocas familias. Y se decidió a formar cooperativas de agua que  la administraran comunitariamente para disponibilidad de todos.

 

Pero las tierras sin agua perdían precio y los señores las compraban por monedas y las convertían milagrosamente en fecundas. Y no pudieron tolerar que les sacaran la presa de la boca. Y lo bautizaron “obispo rojo”. Pero, además el gobierno de la Dictadura militar se indignaba ante las denuncias de torturas, desapariciones e injusticias, que este obispo excepcional no mantenía en prudente secreto, sino lanzaba a los 4 vientos.. Y se unieron una vez más, los Herodes y los Pilatos. Lobos de afuera sedientos de dinero y poder. Y el plan se llevó a cabo. Dieron muerte primero a  algunas de sus ovejas queridas, sacerdote y laicos. Y él se irguió en su debilidad para hacer todas las averiguaciones para señalar a los culpables. Era demasiado. Lo eliminaron. Y esta fue su primera muerte.

 

Resultó, sin embargo, que adentro también había lobos, complicados con las apetencias de los de afuera. Y la Iglesia le infligió la segunda muerte. Con el silencio. Con la negativa de su martirio. Mirando hacia otro lado para no indisponerse con los poderosos ni con los dictadores del momento. Un silencio que concluyó identificándolo como enemigo y conspirador para muchos sectores católicos devotos.

 

Se llamaba Mons. Enrique Angelelli. Y cayó en cruz sobre el asfalto el 4 de Agosto del 76. E intentaron sepultarlo muy hondo para que su luz no pudiera brotar. No lo consiguieron. Y por eso, hoy, la iglesia oficial intenta mostrar finalmente, su figura. Pero sin sangre. Como un hombre y un pastor bondadoso y sonriente, Y esa figura va logrando espacios, como un modelo de paz y tranquilidad.

Le han quitado a su sangre la calidez del amor hasta la muerte, y la interpelación a los que ultrajan la libertad y la justicia. Nadie de los que lavan su conciencia animándose a nombrarlo y a celebrar conferencias y misas con su nombre, después de 29 años, se atreve a llamarlo “mártir”, porque esto inclinaría a mirar alrededor para descubrir cómplices.

 

Puede ser que el “stablihsment” civil y religioso logre robárnoslo. Para nosotros su sangre es el verdadero testimonio de unas manos que no sólo se juntaron en la oración sino que se metieron en las necesidades y problemas reales tratando de solucionarlos pesara a quien pesara. De una Iglesia para los demás y no sólo para sí misma.

 

José Guillermo Mariani (pbro)


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Última modificación: 30 de July de 2010