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“Tapaujeros”
Así, con mala ortografía y descaradamente, mal parida, apareció la técnica de los bolsones, subsidios y planes para jefes y jefas. En principio parecen la actitud generosa de corazones abiertos que abren las manos para dejar caer las ayudas y beneficios que tantos necesitan. En el fondo, la cosa es más complicada. Los “bolsones” suponen primero, haber logrado un empobrecimiento denigrante y general, llevado hasta la proximidad de la miseria. Así se engendra el clima del “manotazo de ahogado”. El que carece de sustento y de esperanza. El que padece hambre y desempleo. El que no puede pagar los impuestos y vive recibiendo amenazas de incautación junto con la mirada silenciosa de toda la familia que le reprocha su situación, o se suicida, o sale a robar, o extiende la mano para la limosna del bolsón o de los ciento cincuenta pesos. Así se abre el camino para el “voto cautivo”. Así también el acostumbramiento a recibir esa “ayuda generosa” se va convirtiendo en un derecho adquirido. Y provoca enérgicos reclamos que, poco a poco van acallando los “punteros políticos”, pero que la gente sigue considerando un derecho y ellos un precio. En apariencias, con todo esto, se ha remediado un mal. En realidad se han pisoteado dos derechos fundamentales. El derecho al trabajo que dignifica y otorga posibilidades de participación en el mejoramiento de la sociedad. Y el derecho a la libertad de opción que constituye la base de la Democracia. Con los bolsones y subsidios se apaciguan los reclamos por el hambre que desacreditan nacional e internacionalmente a los candidatos. Y el desempleo sigue devorando autoestimas, multiplicando las situaciones de inseguridad, acabando con la cultura del trabajo. La libertad de opción va siendo tapada por la dependencia y sumisión a quien está suministrando el bolsón y por la publicidad agobiante que se multiplica sin ningún escrúpulo exhibiendo costosísimos carteles con rostros sonrientes y leyendas magistralmente elegidas por los publicistas de imagen, para no injuriar sino veladamente. Y en la fiebre de campaña, es notable cómo la gigantografía va renovando día a día la figura del candidato con carteles que salen fervorosa y cuidadosamente a fijar “voluntarios entusiastas”, en los lugares oficiales destinados a la publicidad. Afortunadamente parece que estos “tapaujeros” no están dando el resultado esperado. No logran remontar las encuestas de opinión. Y esto constituye una esperanza. Un hilito de frescura y madurez. Un hilito que se une a esta importante decisión del gobierno nacional de construir 6.000 nuevas viviendas por el sistema de pequeñas cooperativas integradas por jefes y jefas, usando recursos suministrados en lugar de bolsones, y reiniciando así la responsabilidad del trabajo. Este fomento de la organización popular pone en marcha el único motor auténtico hacia una verdadera transformación en democracia. Ojalá sea para que alguna vez podamos decir: ¡Chau “tapaujeros”! Pbro. José Guillermo (Quito) Mariani |
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