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Testamento
Cuando llegue hijo mío, la hora de partir
te dejaré en herencia
mis nubes, algodones
para hacerte más tibios los nidos de la ausencia.
Nubes, lluvias y lágrimas,
nubes, sueños y vuelo,
para que sigas siendo
semilla de hombres nuevos.
Nubes aun calientes
de sudor y de sangre,
el vapor de la tierra
que engendra los ideales.
Te dejaré las llaves
de todas mis prisiones.
Y una par de alas ansiosas
de superar antiguas represiones:
de sonrisas negadas,
de brazos rechazados,
de miedos admitidos,
de gozos mutilados.
Dentro del mismo atado
con alas y con nubes,
te dejaré doblado, un horizonte
que puedas desplegar cada mañana
para abrir tu aventura en nuevas direcciones.
Y un vagón de coraje.
Para que no te embauquen los que mienten,
para que no te pisen los que mandan
para que no te compren los que tienen.
Lo que te dejo
es los que yo he tenido y cultivado.
Y si lo aceptas, hijo,
cuando sueñes y vueles
y luches y protestes
¡yo viviré contigo!
J. G. Mariani (del Libro "Evangelio al paso")
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