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Un “perdoncito”..o el parto del monte

Basado en una vieja fábula de Fedro, Horacio escribía : “Y el parto de los montes fue un ridículo ratón”. Tanto la fábula como la frase del poeta se aplican a los escritores que con gran pompa anuncian sus obras y luego apenas dan a luz una cosa vulgar. Dice Fedro que el monte gemía y todos aguardaban la magnitud de su parto que fue simplemente : un ratón. es

Creo que aquel dicho acaba de cumplirse una vez más. El mundo gime frente a un escándalo que ya supera todas las barreras. La institución más cotizada históricamente como mantenedora de la verdad y de la moral ha caído estrepitosamente con la constatación de miles de hechos de acoso y abuso sexual de niños y adolescentes en todas las latitudes en que está establecida la iglesia católica.

Ante el escándalo, la indignación, el desamparo de las víctimas y los reclamos de justicia y reparación, el Gran Monte, el Vaticano pareció conmoverse y temblar en la persona del supremo pontífice, jefe vitalicio de esta monarquía absoluta. Y, ante las expectativas generales, parió un documento que resultó un ridículo ratón: un “perdoncito” descomprometido y oportunista como para acallar los clamores que brotan de todas partes.

El presidente Clinton inició esta moda de pedir perdón convocando a las autoridades más prestigiosas y disculpándose de su conducta con Mónica Lewinsky, desleal, autoritaria e injusta. La iglesia católica comenzó entonces a pedir tímidos perdones, aquí y en diversos lugares y ocasiones. En el 200 la actitud se convirtió en oficial y Juan Pablo con los obispos de muchas regiones se sumaron al pedido de perdón. Las cosas no cambiaron mucho después. Juan Pablo II defendió durante quince años a su amigo íntimo Mons. Marcial Maciel fundador de lo “Legionarios de Cristo” de las acusaciones con pruebas muy concretas de los abusos y acosos cometidos con los jóvenes de su seminario de formación. El Papa detuvo sumarios y juicios. Las víctimas continuaron insistiendo y la evidencia fue tan patente que Ratzinger en el 2008, lo destituyó como superior general y fundador de la orden y le prohibió el ejercicio del ministerio. Benedicto XVI pide perdón por un pasado vergonzoso y sembrado de víctimas. Reconoce que ni sacerdotes ni obispos –en Irlanda- han cumplido con su deber y con un reproche los invita a corregir sus “deslices”. No reconoce que la institución eclesiástica toda (desde la cabeza a los pies) ha mantenido silencio, negado, favorecido y negado esos delitos haciéndose cómplice directa de su comisión y ocultamiento y aun mortificando y culpando a las víctimas. Joaquín Navarro Valls voz oficial de Juan Pablo II, declaró que el papa sostenía que no era que fallara la formación en los seminarios y la iglesia sino que el mundo estaba tan pervertido que se hacía irresistible caer en sus vicios. Así transformaba a las víctimas en culpables y victimarias.¿Cómo es posible que a ese reconocimiento de procederes concretos y probados se responda con un pedido de perdón y una garantía de vigilancia represiva en el futuro? Una degradación como a un chivo expiatorio, y para el resto ninguna sanción, fuera de la que puedan imponer las autoridades civiles, muchísimas veces con las manos atadas por el gran poder eclesiástico. El autoritarismo en que están formados todos los ministros (contagiado por la obediencia ciega a que están obligados) los hace peligrosísimos para pervertir con sus caprichos, sus deseos sexuales insatisfechos, sus imposiciones ideológicas incuestionables, su santidad venerable que, como se ha constatado, muchas veces no es más que astuta hipocresía. El celibato obligatorio que pretende anular y condenar la inclinación sexual y con ella la institución familiar y la formación natural de los hijos, abre las puertas a una cantidad de perversiones que sólo necesitan toparse con situaciones favorables para justificar y realizar toda clase de relaciones conducentes a la propia satisfacción del instinto reprimido, con la consecuencia de dañar no sólo el presente sino el futuro de muchos hombres y mujeres, causando también graves daños a las familias.

Por eso calificamos este esperado documento papal como “perdoncito”, que no alcanza para nada, y como el ridículo ratón que fue el parto de los montes.

José Guillermo Mariani (pbro)


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Última modificación: 30 de July de 2010