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Una de cal ...
Parece ser un recurso común del obrar diplomático cuidar el equilibrio que no exagere definiciones demasiado completas o terminantes para que pueda salvarse lo opuesto y así quede contento todo el mundo. En esta línea puede analizarse el último e importante documento del Episcopado argentino del que se puede decir que es un comentario aplicado del documento pontificio elaborado por decisión de Juan Pablo II, que se denomina “Compendio de la doctrina social de la Iglesia.” A ese texto se remite la casi totalidad de los principios enunciados para realizar el análisis y extraer consecuencias para la reconstrucción de la Nación. El péndulo moviéndose de un lado a otro sin detenerse se percibe inmediatamente, lo que llamamos habitualmente como “una de cal y una de arena”. Algunos ejemplos: Hablando de la legítima defensa de los derechos adquiridos se menciona enseguida el límite que ha de ponerse a los reclamos (que por otra parte se afirma que no son escuchados) consistente en no destruir los llamados “bienes públicos”. Clara alusión a las manifestaciones populares que muestran su indignación destrozando lo que “supuestamente” es de todos. Teóricamente la formulación es perfecta pero ¿no se vive acaso la experiencia de una sordera que no se remedia sino cuando se desata esa violencia destructiva o se prolongan los paros dañando otra clase de bienes como la educación o la salud? La alusión a la propiedad privada afirmando que nunca es absoluta se equilibra con la fijación del trabajo como único medio de acceso a los bienes con destino universal, mencionando la imposibilidad de muchos para integrarse a la cultura del trabajo y la vigencia por otra parte, de la cultura de la dádiva. Señalando la agravación del empobrecimiento con los hechos del 21 de Diciembre 2001, se desvía la mirada de la raíz causal de ese empobrecimiento que constituyeron la entrega de brazos cruzados a la globalización, las privatizaciones oscuras y descontroladas, y el crecimiento de la deuda externa aceptado con bombos y platillos como éxito. Poco es entonces lo que agravó el 21 de diciembre. La distribución de responsabilidades entre las autoridades políticas de antes y de ahora contribuye, en esos párrafos, a tranquilizar el ambiente, logrando que el péndulo pegue de los dos lados con la misma fuerza. Y quizás la más notable ambigüedad se registra en el propósito de recuperar la conciencia de lo abominable de las acciones terroristas, colocándolas a la par y quizás como explicación, si no justificación, del terrorismo del estado genocida. La proximidad de la decisión judicial que declaró inconstitucional el indulto menemista, que supone revisión de conductas en todo un nivel de la sociedad, no parece ajeno a estos criterios equilibristas. El valor definitivo del documento es un llamado a la participación de todos en la reconstrucción deseada y en marcha. La lectura entre líneas no es malicia sino intento de apreciar la verdadera dimensión de la colaboración ofrecida y buscada. Pero por sobre todo, el llamamiento a la responsabilidad laical queda suspendido en la ambigüedad de considerarlos ejecutores de órdenes o participantes en decisiones. José Guillermo Mariani (pbro) |
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