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¿Vaciamiento o desgaste?
El vaciamiento de Empresas se convirtió en un símbolo de la corrupción económica que, con el pretexto de conducirnos a nivel del primer mundo mediante la sumisión a las pautas de la globalización, se instaló entre nosotros. Hay otro vaciamiento que a pesar de no ser objeto de análisis para muchos, juzgo muy importante y digno de tenerse en cuenta, para buscar soluciones atinadas. A propósito del día de la bandera celebrado esta semana, la parquedad de los actos oficiales, el traslado del feriado al Lunes, la cantidad exigua o casi nula de escarapelas en los pechos, nos hace tomar conciencia de que nuestros símbolos patrios, para muchos entre nosotros, están vaciados, descargados de sentido. Hay quienes se consuelan afirmando que sólo se ha producido un cambio en tiempo y circunstancias. Porque califican como fervor patriótico la proliferación de banderas argentinas y el entusiasmo con que se corea a la nación en las competencias deportivas internacionales y sobre todo, en los mundiales de fútbol. Se diría, es cierto, que estudiando la euforia, el ardor de los reclamos y hasta de los insultos, junto a las expresiones de los rostros en esas oportunidades, se podría concluir que hay una decisión heroica de entregar la vida por la patria. Pero no es así. Dichas expresiones están movidas casi únicamente por la rivalidad entre contendientes. Y no en algún campo que pudiera incidir en el mejoramiento del nivel de vida o la felicidad de los argentinos. Lo esencial entonces, es sentirse triunfadores porque otro fue derrotado. Rivalidades promovidas por un sistema que contagia exitismo y competitividad a costa de todo y de todos. Pero esto no fue siempre así. ¿Qué factores han incidido en esta descarga de sentido de nuestros símbolos patrios? ¿tiene esto importancia real para empeorar o mejorar nuestra situación? Creo que sí. Desde luego que se trata de un síntoma que encaja con bastante hondura en el vaciamiento educativo. Pero también hay otras causas. En tiempos de la dictadura militar, todos los símbolos patrios adquirieron una prominencia excepcional. Profusión de canciones y marchas militares, desfiles, actos escolares, celebraciones públicas, vigilancia para que todo el mundo llevara signos patrios en las distintas celebraciones, discursos y enseñanza sobre el sentido de cada una…etcétera El resultado, sin embargo, no fue favorable. Como costumbre impuesta por una dictadura que condenó muchos signos de preferencias naturales haciéndolos ilegítimos, el pelo largo, el vestido cómodo, el rostro morocho, el espíritu crítico, la libertad de expresión y otros, esta imposición fue motivo para arrasar con todo. Para hacer antipática toda manifestación que coincidiera con la tendencia oficialista, sobre todo después de la comedia de la invasión de Las Malvinas, usada como pretexto para mantenerse en el poder. Pero también se puede hablar de un desgaste. Lo rutinario acaba por aburrir. Los acontecimientos históricos que pasan a ser recuerdos, necesitan renovar su significado actualizándolo. ¿Qué interés puede tener la independencia cuando se mantienen relaciones carnales con los que la violan? ¿Qué trascendencia puede tener la nacionalidad cuando se vende la tierra y se llenan de siglas extranjeras las más importantes fuentes de riquezas naturales, el petróleo, el oro, el uranio, el agua? ¿Cómo entusiasmar en este clima, con la actitud libertaria de mayo o el fervor del creador de la bandera o la independencia de julio, de modo que lucir una escarapela argentina tenga sentido de responsabilidad y de orgullo? Los abrazos que se vuelven rutinarios van perdiendo sentido para quienes los brindan o los reciben y hasta acaban por molestar, hasta que finalmente se suprimen. Algo así ha sucedido con los símbolos patrios. En este diagnóstico de vaciamiento educativo, de símbolos desvalorizados por la imposición o la rutina se contiene ya la sugerencia de los remedios necesarios y posibles. Y vale la pena adoptarlos con urgencia, aunque no haya quienes los receten. Pbro. José Guillermo Mariani |
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