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¡ Y no se fueron !
Que se vayan todos. Nació de las cacerolas, posiblemente, como después se supo, impulsado por intereses muy concretos y turbios. Pero se extendió al país, y la justicia del reclamo y a la vez sentencia popular ante la ineficacia y la corrupción de los políticos, llenó todos los ámbitos. Se han cumplido tres años. Se defendieron bastante bien, hay que reconocerlo. En un principio se atemorizaron. Asumieron la discreta resolución de no mostrarse en público para no ser abucheados o escarchados por la gente que adquirió extraordinaria sensibilidad para descubrirlos. A tanto llegó el miedo que algunos planearon la construcción de un túnel secreto que les permitiera llegar a la legislatura, sin “pasar por la gente”. Y, finalmente, no se fue ninguno. Allí están. Aun aquellos que, desde adentro anunciaron su retiro y fueron ácido denunciantes, allí permanecen. Las aguas se han aquietado y lentamente se están retomando viejas tácticas. Decía que no se fue ninguno pero no es exacto. Algunos figurones sí se fueron. Pero ¡están volviendo! Recogiendo desde su pobreza, colaboraciones para reunir los pesos que se les exigen como caución. Y , entre paréntesis ¡que mal gusto anunciar la vuelta para Navidad! Pero afortunadamente no es sólo eso lo que nos trae este fin 2004. El clima de incertidumbre y escepticismo ha disminuido. Se respira mejor si comparamos con los finales de año del pasado inmediato. Ha entrado lentamente, en varios gobiernos de todo nivel, nacional, provincia y municipal, un nuevo estilo, que se está defendiendo y manteniendo. Se han tomado decisiones fundamentales que, seguramente los más severos críticos de hoy, no se hubieran atrevido a tomar. La trenza de la resistencia en búsqueda del poder es muy fuerte y muy poderosa. Se han cometido errores y hay promesas que no se han terminado de cumplir. Pero lo cierto es que la gente está más animada y hay un rayito de esperanza que no significa pasividad sino, al contrario, aliento para continuar la lucha. Creo que tenemos que aprovechar ese rayito y apoyarnos en él para seguir buscando la luz. Navidad significa eso para los cristianos. Una luz pequeñita, infantil, que puede producir un incendio luminoso y feliz. Alrededor de la mesa familiar, los que creemos en Cristo alentémonos en nuestro compromiso por mejorar lo que nos resulta posible. Pasando por alto al gordo de los regalos, que reduce esta fiesta a la superficialidad de unos colores y una obesidad que se derrama y prolonga con la bolsa de juguetes llenos de tickets comerciales, recuperemos nuestra posibilidad de renacer, aunque tengan que repetirse los dolores de parto.
José Guillermo Mariani (Pbro) |
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