Domingo 8 de Agosto de 2010 – 19 durante el año litúrgico (ciclo “C”)

Tema: (Lc.12,32-48)

Jesús indica a sus discípulos que no teman porque a pesar de ser pocos  el Padre les ha confiado  su reino. Los incita a vender sus bienes y hacer limosnas haciéndose bolsas que no se desgasten y acumulando tesoros para el reino. Les advierte que su corazón estará allí donde ellos depositen su tesoro. Los previene de que deben estar preparados esperando el regreso de su señor para que cuando llame imprevistamente los encuentre despiertos y trabajando. Así el mismo se pondrá a servirles. Porque si el dueño de casa adivinara la hora de llegada del ladrón, no lo dejaría perforar las paredes. Y ellos mismos deben hacerlo así ante el regreso del hijo del hombre.

Pedro pregunta si esa parábola tiene que ver algo con ellos y Jesús le responde situándolos como lo que han sido puestos al frente para distribuir sus bienes entre todos. Si el señor que llega los encuentra cumpliendo esta misión los asociará a la administración de sus bienes. Pero si los encuentra siendo injustos con sus servidores el señor los castigará severamente en la medida que corresponda a los bienes que les fueron confiados.

Síntesis de la homilía

La pregunta de Pedro acerca de si ellos también, los más cercanos, deben  tener en cuenta las advertencias de Jesús es una manera de disminuir la responsabilidad que les corresponde habiendo sido constituidos, como Jesús lo dice, depositarios de las riquezas del reino. No es ni era raro que habiendo sido señalados con el privilegio del Padre, ellos y nosotros nos hagamos la imagen de que siendo elegidos, se disminuyen nuestras responsabilidades y exigencias.

Quizás esto fue en algunas oportunidades lo que permitió a gente ordenada en la misión sacerdotal con todo su prestigio de santidad y renuncia, se permitiera desahogos ocultos y reprochables con la seguridad de estar colocados en un lugar especial.

La parábola de Jesús tiende directamente a proscribir esa ilusión. Quien recibe más es quien debe comportarse mejor porque el reino no es una construcción para una elite (les decíamos “elegidos”) sino para beneficiar a todos con un profundo cambio de la modalidad de las relaciones interpersonales y sociales.

Y la parábola hace referencia, para que no queden dudas, del trato que esos servidores escogidos dan a todos los demás. La injusticia social queda entonces denunciada claramente al afirmar que aquellos que han recibido más (en bienes materiales, cualidades intelectuales o artísticas, poder o lugares más expectables en la sociedad), deben estar más atentos para una generosa y justa distribución de lo recibido personalmente o de lo administrado como perteneciente a otros.

Para que  esa delicada misión de administrar los bienes recibidos pueda cumplirse, Jesús indica nuevamente la  necesidad de desprenderse de los bienes materiales para repartir limosnas a los pobres. La propuesta es muy simple y adecuada a esos tiempos en que las relaciones interpersonales eran muy intensas. Entonces la limosna podía cumplir con un deber de compartir y significaba un enriquecimiento espiritual para quien la hacía. Hoy, dar limosnas a los pobres no siempre es un acto de compartir sino una excusa para no compartir en serio. Poner parches a la realidad de la injusticia social resulta un modo de  eximirse de la responsabilidad del cambio de estructuras.  Saborear la satisfacción de ser  generoso y superior a quienes necesitan de todo y aceptan cualquier cosa es tranquilizarse frente a una verdadera tragedia. Y también, en ocasiones, exponerse la utilización o aprovechamiento de  los pobres de diversos modos y con diversas tácticas, lo que destinamos a ellos vaya a parar a otros bolsillos y beneficie a quienes están detrás enriqueciéndose a su costa.

Practicar el desprendimiento de los bienes materiales para construir el reino significa hoy (sin perder la valoración de la sensibilidad frente a los problemas o sufrimiento personales) preocuparse en serio por atender a las causas de las injusticias sociales en la distribución de los bienes y el respeto a los derechos humanos, de manera que aun en nuestras acciones privadas y en nuestra opinión no nos hagamos cómplices de esas actitudes. Es igualmente buscar modos de participación para acabar con las causas sociales de la pobreza colgándonos de todo lo que en ese aspecto proviene de cualquier grupo humano o de cualquier poder constituido.

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