Domingo 19 de Junio de 2011. Festividad de la Trinidad (ciclo “A”) y día del padre. Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Jn 3, 16-18)

Dios demostró su amor al mundo, dándole a su Hijo para que todo el que le preste atención tenga vida definitiva y ninguno perezca. Porque el Hijo no fue enviado para dictar sentencia contra el mundo sino para que el mundo se salve por él. Quien le presta atención no está sentenciado y quien lo rechaza ya  ha recibido su sentencia porque no ha creído en el único Hijo de Dios.

Síntesis de la homilía

Introducción exegética: Juan afirma la categoría de Jesús de Nazaret como hijo único (muy amado, preferido, le llaman los evangelios anteriores) y lo constituye en el árbitro de salvación o condenación. Tomar a la letra el vocablo creer en Jesús significaría que con sólo un esfuerzo voluntarista por aceptar que es Dios o el Mesías ya estaría dada la salvación. Y creer significa mucho más: aceptarlo totalmente como hombre revelación del Padre. El rechazo de Jesús se explicita en el rechazo del hombre, de su dignidad, de sus derechos, de su felicidad.

Reflexión: Por coincidencia la fiesta de la trinidad coincide este año con el día del padre que, a pesar de toda la parafernalia comercial que los desnaturaliza, tiene gran sentido de admiración, agradecimiento y reparación para con las figuras tan elocuentes en las relaciones del amor humano que son las del padre y la madre.

Coincidencia que despierta nuestra conciencia para no dejarnos llevar por o6ra imagen de Dios que la que nos dio Jesús de Nazaret. Padre. Porque se puede decir que Jesús le cambió el nombre a Dios. En los evangelios sinópticos Jesús no habla de Dios sino cuando se refiere a su reinado. En el resto de oportunidades lo llama Padre. La interpretación de origen paulino y que con la imagen judía de la expiación, convierte a Jesús en víctima querida por el Padre, además de contrariar el sentido de la misión salvadora de Jesús, hace de ese Dios un cruel ejecutante de sentencias condenatorias. El Hijo privilegiado, preferido y  muy amado es un hombre como nosotros, con la conciencia y el compromiso de una misión descubierta en lo más profundo de su persona, de servir a la felicidad y liberación de todos. Por eso quien no lo acepta es quien no acepta al hermano hijo de Dios que es cada uno de nosotros, quien niega su dignidad y lo margina voluntariamente en la pobreza, la miseria, la discriminación, o cualquier clase de opresión. Y esa no aceptación conlleva delante de ese Dios de Jesús y también en el curso de la historia de la humanidad a quedar marcados por la sentencia de infidelidad y condenación.

En realidad esta fiesta es la fiesta del Padre y la conducta más consecuente de quienes aceptando a Jesús creemos en  él, es honrar al lado nuestro, a quien sirvió  de imagen en las parábolas del maestro para asegurarnos el cariño y la generosidad del amor de Dios.

 

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