Los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana. Por José Comblin

Hasta hoy las Iglesias de Europa y del Medio Oriente han sido marcadas por el modelo de cristianismo creado y expresado por un grupo relativamente pequeño de obispos, que vivieron en los siglos IV y V sobre todo, y han recibido en la tradición el nombre de «Santos Padres». Fueron personalidades excepcionales que tuvieron que dar respuestas a los desafíos de la sociedad grecorromana y de la civilización helenística. Las respuestas que dieron constituyen un conjunto todavía válido para esas iglesias.

En América Latina, la Iglesia Católica ha sido durante siglos esa simple expansión de la Iglesia occidental o latina. Es verdad que el cristianismo tomó formas diferentes en los pueblos latinoamericanos. Sin embargo lo propio del catolicismo latinoamericano nunca ha sido reconocido, mucho menos aceptado. Siempre ha sido rechazado como herejía, paganismo, sincretismo, superstición, dependencia eclesial era la continuación de la dependencia económica, política y cultural de la metrópolis europeas o norteamericana. A fines del Siglo XIX el Concilio Plenario Latinoamericano, lejos de reconocer la identidad de una cultura diferentes, definió un programa de “Latinización” completa. El ideal propuesto era la asimilación total a las iglesias latinas.

Ahora bien, en este Siglo XX, América Latina empezó a tomar conciencia de su especificidad, de una identidad propia y de un destino específico. Esto ocurrió sobre todo en la segunda mitad del siglo.

En las Iglesias también nació la conciencia de una vocación cristiana específica, de una misión y una responsabilidad propia. Vaticano II estimuló tal conciencia, pero no la creó. Un acontecimiento puede representar simbólicamente la nueva conciencia del catolicismo latinoamericano: Medellín (1968).

Medellín fue obra de algunos obispos excepcionales, de visión profunda y de audacia en la acción. No todos los participantes de la conferencia de Medellín fueron los creadores de sus espíritu. Fue más bien una pequeña minoría la que dio las orientaciones. Esta minoría puso las bases de una respuesta original del cristianismo a una situación humana específica, distinta de lo que se había vivido en las cristiandades anteriores: son los verdaderos obispos de Medellín.

Los obispos de Medellín forman el núcleo del grupo al que podemos dar el nombre de Santos Padres de América Latina.

¿Por qué los «Santos Padres»?
Estos obispos merecen el nombre de “Padres” porque son los verdaderos padres de la Iglesia latinoamericana en su expresión plenamente madura y elaborada. En esta segunda mitad del Siglo XX la Iglesia Latinoamericana se encontró en medio de una sociedad consciente de sí misma y decidida a asumir su destino en forma más autónoma y auténtica, liberándose del estado colonial de su pasado. Terminó la prehistoria latinoamericana. Ahora comienza la historia con sus proyectos conscientemente asumidos y todos los episodios de la realización de tales proyectos.

En los siglos IV y V los cristianos tuvieron que asumir la sociedad romana con su cultura helenística y el imperio romano. Un grupo de obispos de clase excepcional enunciaron la respuesta y alimentaron las reflexiones cristianas durante los 1500 años siguientes, orientando las opciones prácticas siempre renovadas. En Medellín, un grupo de obispos latinoamericanos tomó la misma actitud e inició un camino nuevo semejante al anterior, pero también específico y propio.

Estos obispos percibieron la novedad del desafío de la sociedad latinoamericana y lanzaron los temas fundamentales de la respuesta. Medellín podrá dar a la Iglesia latinoamericana su iluminación para 1500 años.

Durante 5 siglos las iglesias latinoamericanos trataron de seguir los pasos de sus Iglesias madres de Portugal y España. Después, durante 150 años imitaron a las Iglesias de Roma, Italia, Francia, Alemania, ahora en Medellín llegó la hora de dar una respuesta original y autóctona a una sociedad que ya tiene sus contornos definitivos.

¿Quiénes son? ¿Cómo hacer una lista completa?
Hay algunos nombres que se imponen de todas maneras: en primer lugar los dos que fundaron el CELAM, su espíritu, le dieron su alma y lo llevaron hasta Medellín. Desde 1960 los dos amigos toman más conciencia de lo específico de América Latina. En los pasillos del Concilio tuvieron un papel decisivo. Manuel Larraín no pudo participar de Medellín, que había preparado con tan fuerte intuición. Pero su muerte está ligado al acontecimiento. Su muerte prematura está ligado al acontecimiento. Su muerte prematura que le quitó la gloria de haber lanzado Medellín.

¿Quiénes son los nombres que se imponen en la lista?. Citaremos sólo a los difuntos para no crear problemas: a los mártires en primer lugar: Gerardo Valencia, Eduardo Angelelli, y naturalmente, aunque no haya estado en Medellín, sino porque representa tan perfectamente su espíritu, Oscar Romero, Después hay que citar evidentemente a Leónidas Proaño, y Ramón Bogarín. Los otros que aún viven ya están jubilados a punto de jubilarse; sus nombres están en todas las memorias, pero no los citaremos para no suscitar críticas o frustraciones.

Hay que destacar que estas figuras de punta encontraron apoyo, tanto en Medellín como en Puebla, en la vida de las Iglesias, en la persona de algunos cardenales, que si bien no eran los líderes, tuvieron un papel destacado en la legitimación de la línea de Medellín. Fueron los cardenales de Quito, Lima, Santiago y Salvador de Bahía.

Después de Medellín viene una segunda generación. Ya hemos citado a Monseñor Oscar Romero. Esta generación fue, ya no de iniciadores sino de continuadores. ¿Habrá una tercera generación? Probablemente no. Tales fenómenos suceden sólo algunas veces en la historia. En las iglesias europeas sólo sucedió una sola vez, en los Siglos IV y V. Después, ya no hubo nunca más una generación episcopal creadora. Es posible también que nunca más aparezca en la historia latinoamericana del porvenir una generación episcopal semejante a la de Medellín y la que la prolongó inmediatamente.

Estos obispos no sólo formaron un grupo unido y extraordinariamente homogéneo en lo esencial, a pesar de personalidades tan diversas por sus orígenes y su historia personal, sino que tuvieron un santidad de vida excepcional. Fueron santos por la humildad en la lucha, por el coraje, la audacia, la dedicación total a la palabra de Dios y a su ministerio no sólo episcopal, sino profético. Fueron testigos de cara a los poderosos de sus naciones. Algunos llegaron al martirio. Los demás fueron duramente perseguidos. En su audacia profética, diversas veces entraron en conflicto con los representantes de una Santa Sede demasiado apegada a esquemas tradicionales.

Fueron personalidades dotadas de una percepción aguda de los signos de los tiempos, y de una capacidad de expresión poco corriente. Supieron expresar con fuerzas sus intuiciones y sus orientaciones, dejando documentos escritos que los habilitan para recibir el título de “Santos Padres”. Sus obras escritas transmiten su testimonio a los siglos futuros. Séanos permitido emitir un deseo: que las obras literarias de estos Santos Padres sean recogidas y publicadas. En general, fueron escritos circunstanciales que podrían desaparecer y sería un prejuicio lamentable para las generaciones futuras que allá encontrarán ejemplos y modelos.

Fueron obispos puramente intelectuales. Fueron pastores, conductores del pueblo en primer lugar y sus obras están inscritas en el contexto histórico de sus iglesias. Fueron personalidades conflictivas, así como Anastasio, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín y tantos otros del pasado. No trataron de evitar las luchas, sino que se pusieron al frente de ellas: luchas por la reforma agraria, por la autonomía de las naciones latinoamericanas contra la oligarquías dominantes, por una transformación radical de la sociedad. Fueron tratados de comunistas, extremistas, subversivos, violentos, anarquistas, incluso por colegas del episcopado. Fueron denunciados. Varios fueron muertos. Fueron de tal modo denunciados ante la Santa Sede que fueron los destinatarios privilegiados de las visitas apostólicas.

Lo propio de la generación de los Santos Padres
El testimonio de los Santos Padres de los siglos IV y V fue condicionado por el desafío de la filosofía griega y del imperio romano. El testimonio de los Santos Padres de América Latina está formulado a partir de la situación del continente. De allí las siguientes particularidades.

a) En América Latina la sociedad pública y visible niega y encubre la realidad de las mayorías dominadas: niega a los indígenas, a los negros, a los campesinos pobres del campo, a los marginados de las ciudades. Un 20% de la población tiene derechos de ciudadanía. El 80% sobrevive, nadie sabe cómo, viviendo en condiciones subhumanas, menospreciados, negados en su dignidad humana. El testimonio de los profetas consiste en proclamar la existencia de los indígenas, de los negros, de los pobres. Consiste en publicar los hechos cuando los matan, les roban, les quitan sus tierras, cuando los humillan. La sociedad oficial niega tales crímenes, no quiere reconocer la realidad de sus pueblos. Los obispos fueron perseguidos porque dijeron públicamente lo que todos querían ignorar. Por eso la reforma agraria suscitan tanto odio, tanta persecución. Los opresores no quieren que se diga lo que son. En América Latina la conquista todavía no ha sido superada. Todavía hay conquistadores y conquistados.

b) De la percepción de la realidad deriva la opción por los pobres. Esta opción fue el resultado de un largo proceso durante y después de un largo proceso durante y después del Concilio. Constituye algo nuevo en la historia del cristianismo. Ni en la Iglesia Latina ni en las Iglesias Orientales se habían llegado nunca a una determinación tan precisa, una opción tan clara. Después de Medellín, las otras iglesias del mundo se sintieron provocadas y se reexaminaron a la luz de esa opción por los pobres tiene una relevancia y un significado muy típico y exclusivo de América Latina. Rompe con una larga historia de silencio y de complicidad por los menos implícita.

c) La opción por los pobres incluye una referencia al Reino de Dios como transformación de la sociedad. Es una opción por la liberación de la sociedad. Es una opción por la liberación de los pueblos oprimidos. Tanto la cristiandad latina como las cristiandades orientales que proceden de los Santos Padres de los Siglos IV y V siempre vivieron en una ambigüedad respecto al Reino de Dios. La filosofía y la mentalidad griega infundieron un espíritu de idealismo que impidió una posición clara sobre los problemas materiales. El idealismo griego llevar a insistir unilateralmente en la conversión interior individual al punto de silenciar las implicaciones sociales del Reino de Dios y sus aspectos políticos.

La opción de los pobres lleva a una opción por la liberación, y destaca el alcance político y social del Reino anunciado por Cristo. Tal opción obliga a una nueva lectura de la Biblia, liberándola de los límites de la filosofía individualista de los griegos. Hay antecedentes de esa lectura bíblica tanto en el Occidente como en el Oriente, pero un lectura más social de la Biblia allí siempre fue muy minoritaria y sin consecuencias en la marcha del conjunto de la Iglesia. Aquí, después de Medellín, el movimiento bíblico tomó una orientación muy clara y decidida. Movida por esa lectura, la Iglesia no teme enfrentar problemas reales y concretos como las injusticias sociales y la marginación política de los pueblos.

d) Entrando en una opción de liberación de los pobres que incluye una transformación de la sociedad terrestre, los obispos latinoamericanos legitiman un diálogo con los movimientos de liberación nacional. El diálogo con el mundo preconizado en Vaticano II toma la forma de diálogo con esos movimientos. Este diálogo de modo alguno significa que esos obispos se hicieron marxistas, guerrilleros, rebeldes. Sin embargo reconocen que tales movimientos de liberación nacional apuntan hacia problemas que necesitan una solución y no sólo una condenación.

e) En América Latina hubo innumerables movimientos de rebelión de esclavos negros o indígenas. Hubo innumerables luchas de campesinos defendiendo sus tierras contra la invasión de los grandes terratenientes. Durante siglos, la Iglesia cerró los ojos para no tener que decir algo al respecto. Pensó que tales problemas no eran de su incumbencia. Confió en las declaraciones de las oligarquías. Creyó realmente que las oligarquías dominantes defendían la civilización contra los bárbaros, negros, indios, campesinos iletrados. Los obispos de Medellín quitaron la máscara. Su actitud implicaba reconocer que el silencio anterior era culpable. Rompieron la barrera de la ignorancia voluntaria. Inauguraron una época radicalmente nueva, aunque puedan invocar el ejemplo de algunos misioneros heroicos y santos del tiempo de la conquista. Al cambiar la historia, los obispos de Medellín tuvieron que cambiar la interpretación histórica del pasado. Obligaron a los católicos a mirar su pasado con otros ojos.

f) La opción por los pobres no lleva sólo a un cambio en la palabra y la actuación social. No tendría fuerza sino pudiera partir de una conversación no sólo de la personalidad, sino de la institución eclesiástica. De su pasado colonial la Iglesia guardó la fama de ser rica. Con tal persuasión en el pueblo. ¿cómo tomar en serio una opción por los pobres?. Los obispos predican también una conversión de la misma Iglesia a la pobreza. Quieren una Iglesia pobre y quieren que haya desde ahora señales visibles de tal conversión. Quieren un cambio en el modo de vivir de los clérigos, incluso de los mismos obispos. Ellos mismos dieron ejemplos concretos de un nuevo estilo de ser episcopal. Dejaron todo lo que sugería una condición de “príncipes”: “palacio episcopal”, “tronos”, “títulos”, “ropas lujosas”, multitud de empleados, actitudes corporales de príncipes, anillos y joyas de príncipes. No lograron crear la convicción de que la Iglesia es pobre, pero se hicieron más asequible y más sencillos. Trataron de disminuir la distancia abismal que había en el clero y el pueblo.

El valor de los tiempos
La historia no es pura repetición, ni evolución uniforme. La historia tiene momentos fuertes que son de cambios, y momentos o épocas que son de continuidad. Hay tiempos de fundación y tiempos de decadencia. A veces hay momentos de destrucción y otros de construcción. Hay asambleas que no deciden nada o que no encuentran eco. Hay otras que cambian el sentido de la historia. Medellín tiene todos los rasgos de una asamblea fundadora. Los obispos que le dieron inspiración eran todos los hombres que habían creado una pastoral renovadora, de acercamiento a los pobres y de liberación total incluyendo una liberación social.

Estos obispos constituyen en sí mismos un “kairós”, un momento privilegiado en la historia de la Iglesia. Aparentemente no tienen sucesores a veces el sucesor hace exactamente lo contrario de ellos, como en Recife. Sin embargo sus sucesores son toda la Iglesia latinoamericana durante siglos. Sus sucesores serán miles y miles, y poco importa que el sucesor en la ciudad que dirigían sea de espíritu opuesto o no. Su vida tiene repercusiones que van mucho más allá.

Hay momentos en la historia que tienen valor universal y permanente. Medellín fue la conjunción de unos 10 obispos proféticos. Se encontraron y definieron en conjunto lo que sería la marcha de la Iglesia todo indica que esa definición vale para los siglos que vienen. Nunca más habrá un grupo o una asamblea de obispos con condiciones de hablar tan alto y tan claro. No importa. Hablaron para siempre y su palabra quedará. Puede suceder que aparezca una mayoría de obispos que quisiera suprimir lo que fue dicho en Medellín. Imposible. Lo que está escrito, está escrito.

Hay tiempos irreversibles. Medellín es uno de ellos. Según el derecho canónico de la Iglesia latina, la asamblea de Medellín casi no tiene valor jurídico. Poco importa el valor jurídico de otra iglesia local. La Iglesia local es una entre varias. Lo que dice el derecho de la Iglesia latina, no vale profundamente para la Iglesia hispanoamericana. El día en que la Iglesia latinoamericana formará una entidad nueva, una Iglesia local nueva, más americana que latina, porque los negros no son latinos, ni los indios, ni tampoco la inmensa mayoría de mestizos.

Los obispos y los demás cristianos
Los obispos de Medellín no estaban solos. Por un lado eran personalidades muy fuertes. Por otro lado nadie más que ellos buscaban asesoría, recomendaciones, sugerencias. Nadie daba más valor a la colaboración de peritos de toda categoría. Además, les gustaba el contacto directo con el pueblo cristiano y sus opciones expresaban lo que ese pueblo quería decir.

En forma general los obispos de Medellín no podían contar con el apoyo de la mayoría de su clero. Eran demasiado personales. El clero estaba acostumbrado a un tipo de obispos puros administradores, y el nombramiento episcopal era la recompensa de una buena administración parroquial o dentro de los organismos de la diócesis. Los administradores se sintieron frustrados. Sin embargo al lado de los obispos hubo siempre un grupo de sacerdotes diocesanos o religiosos para ampliar su voz.

Los obispos de Medellín dieron valor a la ayuda de peritos seglares: sociólogos, antropólogos, especialistas de las ciencias políticas o sociales. Fuertes personalidades, no tuvieron miedo de rodearse de otras fuertes personalidades. Rompieron la tradición del aislamiento episcopal en los asuntos puramente eclesiásticos. Quisieron aprender, consultar, estar informados de la evolución de la sociedad.

Por supuesto los obispos de Medellín fueron factores de división. Dividieron la sociedad y a los mismos católicos. No les sorprendía el hecho: encontraban una legitimación de la división en los mismos evangelios. El conflicto es el precio de cualquier progreso, porque acompaña todo tipo de cambio. Siempre hay un fuerte partido que no quiere ningún cambio. Cuando el cambio incluye una contestación de privilegios y una ascensión de los marginados, la resistencia es más fuerte todavía. A los ojos conservadores, ellos eran idealistas, utopistas, irrealistas. Se decía que iban a organizar el desorden. La acusación siempre hecha a don Héllder Cámara: que dejaba su Diócesis en un estado de desorganización total, se dirigió también a sus colegas. En realidad sus diócesis no eran más desorganizadas que las demás, pero la acusación procedía de los que no querían ningún cambio.

Conclusión
Hay una herencia de valor inestimable. Muchas obras de los Santos Padres de los siglos IV y V se perdieron. Después de nosotros que no desaparezcan las obras de nuestros Santos Padres. Depende de nosotros que esa herencia sea trasmitida, que sea proclamada, que permanezca con fuerza y animación de nuestras iglesias. En ellos la historia se hace presente y el pasado se hace futuro.

 

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