Costumbre irreversible: reprimir. Por Guillermo “Quito” Mariani

“Los heridos con balas no son miembros de la policía que sólo usa balas de goma”. Así está establecido para todas las fuerzas del  orden del país por la Sra. ministro de defensa Nilda Garré. Y así como en su momento esta orden fue ridiculizada por varios dirigentes políticos, ahora indudablemente ha sido nuevamente incumplida, por más excusas que se presenten. El Dr. Duhalde decía en Estado Unidos que el país estaba al borde de la anarquía porque el gobierno no empleaba la fuerza para detener las tomas de Diciembre del año pasado. Su opinión fue sostenida también por los responsables máximos del gobierno de la ciudad. Y ante la pregunta periodística acerca de si era partidario de los desalojos cuando se producían las tomas, el ex presidente afirmó que tenía en su haber, el secreto de cómo se impone la autoridad sin necesidad de balas pero que aprobaba y reclamaba la represión oficial frente a todos esos abusos.

Ingenio Ledesma, Familia Blaquier, modelo de explotación y aprovechamiento de la gente trabajadora. Las plantaciones de caña de azúcar forman un cinturón, regado por el sudor de los zafreros y el hambre de sus familias, desprovistas de tierra y de techo. Cuando, de acuerdo al testimonio del intendente Jorge Ale refiriéndose a lo sucedido en el Triángulo, paraje situado en la jurisdicción de Villa Libertador Gral. San Martín, se estaba entrando en conversaciones para lograr la cesión de los terrenos en que  se construirás 1240 viviendas para las 700 familias de trabajadores el Ingenio, sobrevino inesperadamente esa toma del terreno. Los contactos para que esas tierras fueran cedidas por el Ingenio, cuyo poder aplastante se armó con complicidad expresa de  las dictaduras de 1966 y 76, habían comenzado al menos cinco anos atrás. Las tierras no habían sido cedidas con la excusa de que faltaría el dinero para construir las viviendas. La Corriente Clasista y Combativa cuyo objetivo central es la defensa de los obreros desocupados y jubilados, organizó marchas y piquetes en varias oportunidades, creyó oportuno intervenir y logró una cita para apresurar la solución del problema. Se produjo entonces una toma pacífica y simbólica de los terrenos para apoyar, desde abajo el reclamo. El mismo día en que debía realizarse el encuentro, a las 7 de la mañana la policía invadió el terreno tomado apoyándose en una orden de desalojo del juez Jorge Senman que estaba de vacaciones. Los vecinos se defendieron con palos y piedras. Los disparos se cruzaron y el resultado fueron 4 muertos y más de 30 heridos, entre los que se dice habría 15 policías. ¿Todavía se puede pretender hacernos creer que cuando la policía recibe orden de reprimir impartida judicialmente por los jueces sometidos a los poderes empresariales, interviene solamente personal uniformado? ¿No se ha comprobado ya que, vestidos de civil, cumplen con el cometido represor para dejar limpias las manos de los uniformados?

Si ya se ha olvidado el triste episodio llamado “la noche negra” por el apagón del 20 de julio del 76 aprovechado por el gobierno militar para allanar las viviendas obreras y arrestar en los galpones del Ingenio a más de 400 obreros, estudiantes y profesionales, con un resultado final de 30 desaparecidos, es seguro que el poder de los Blaquier logrará ocultar también este desgraciado episodio. La renuncia de un ministro de gobierno Pablo Villa, no es suficiente para purificar la actuación policial. Ni desalojo, ni represión debían haberse ordenado cuando se estaba en tratativas para solucionar el problema de 2000 personas privadas de derechos fundamentales. La prensa, como siempre no culpará a los Blaquier, sino al kirchnerismo. Y en realidad si alguna culpa puede achacársele es la no acabar mediante enérgicas y prontas decisiones legales, con esas empresas opresoras enriquecidas a costa de sudor y sangre argentinos.

Pero las leyes no se mueven, en un parlamento que no acaba de decidir el restablecimiento de los derechos de los peones de campo, ni acepta el de participación obrera en las ganancias empresarias, ni tiene en cuenta la inequidad en la distribución de los ingresos, ni apresura las expropiaciones de tierras para remediar la escasez de las viviendas, ridiculizando el autoritarismo de un ejecutivo que pretende realizarlo por su cuenta. La represión como solución y la hipocresía como defensa, parecen estar instaladas irreversiblemente entre nosotros.

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