Reflexión -Domingo 7 de Agosto de 2011. 19 durante el año litúrgico (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt. 14, 22-23)

Saciada y despedida la multitud Jesús manda a los discípulos a embarcarse para la otra orilla. Mientras él se va a la soledad de la montaña para orar. Atardece y él está allí. Los discípulos en la barca se enfrentan a una tempestad en el Lago. Tienen viento en contra. Ya de madrugada Jesús va hacia ellos caminando sobre las aguas y ellos se asustan creyendo ver a un fantasma. Gritan desesperados. Jesús los calma y accede al desafío de Pedro de hacerlo a él también caminar sobre el agua. Mientra lo hace, tiene miedo al ver la furia de las olas. Y comienza a hundirse y grita ¡sálvame Señor! Jesús tiende su mano y lo ayuda diciéndole “hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

Apenas sube a la barca el viento se calma. Y los que estaban en ella  dicen: Verdaderamente tú eres hijo de Dios!

Síntesis de la homilía

Introducción exegética: Los discípulos eran pescadores de oficio, de modo que inmediatamente obedecen la orden de embarcarse que les da Jesús, de pasar a la otra orilla que es habitada por paganos. Lo fundamental es que los deja solos, como a propósito.¿ Necesitaría Jesús de la soledad para estar en comunicación con el Padre? Esta actitud prepara al lector para lo que va a relatar inmediatamente Mateo. Tempestad, viento en contra, susto de los discípulos. Ir a la otra orilla, enfrentarse a los paganos, es muy difícil Entonces Jesús se aproxima y ellos se asustan más hasta gritar desesperados. Les parece un fantasma. Y hasta piden por Pedro un signo de que es él realmente. Es un recurso para solucionar las dudas sobre Jesús que afrontaban las comunidades perseguidas de Mateo. Con otra finalidad y acorde a distintas circunstancias Juan coloca el desafío de Tomás. Y Jesús acepta en ambos casos. Para que las comunidades no duden de que es verdaderamente hijo de Dios y obra en su nombre. Es Pedro, al final, el que se muestra menos confiado y comienza a hundirse.

Reflexión: La ausencia física de Jesús dejó desarmados a los primeros discípulos.

Habían esperado que restaurara victorioso el reino de Israel. Jesús los aleja y se aleja él mismo de la multitud que lo seguiría buscando como rey y milagrero. La orden es viajar a la otra orilla a proclamar al mundo lo que él había podido extender sólo al pueblo de Israel.

Si uno se pregunta después de leer el relato de Mateo qué perseguía el autor con esta descripción eminentemente imaginativa, se respondería como ya tantos lo han interpretado, que el objetivo era probar la divinidad de Jesús. Ni a Jesús ni a los judíos de su tiempo podía ocurrírseles que ese hombre fuera Dios. El objetivo de Mateo no es apologético (argumento para probar)  sino orientador para el cumplimiento de la misión que él iba a encomendar a sus seguidores, Hacer llegar el evangelio (la buena noticia) a toda creatura. Y para que no se ilusionaran pensando que esto les resultaría fácil, les asegura su presencia y ayuda (aunque más no sea como sospecha “fantasma”) y pone como dificultades para  tomar conciencia y obrar con esa presencia, el viento en  contra, las tempestades, el miedo y la falta de confianza en el proyecto del reinado de Dios.

Nosotros vivimos hoy esa experiencia en que el miedo y la falta de confianza nos hacen desistir de la lucha por el reino y dejarnos llevar por la correntada  y las olas.

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