Whiskerías. Por Guillermo “Quito” Mariani

El caso de Marita Verón desaparecida en el 2002,  “ha levantado la perdiz”, como dice  el refrán. La ruta 19 que se distingue por la abundancia sojera de los campos limitantes, es residencia de familias adineradas y  ofrece una abundante variación de estos locales llamados  eufemísticamente whiskerías, en donde realmente las personas son explotadas sexualmente recibiendo, no ellas sino los propietarios, compensaciones muy abundantes.

Pueden hacerse muchos argumentos sobre lo que el escritor Leandro Gutiérrez presenta en su libro la mala vida, como “una profesión aborrecible pero necesaria”. Entre ellos, los supuestos beneficios sociales remediando los males que produce el desahogo sexual compulsivo, en la desunión familiar por exigencias exageradas, las violaciones ,  las enfermedades de transmisión sexual o las represiones en la educación e iniciación sexual de los jóvenes.

Lo cierto es que la prostitución definida por la OMS como el trato  sexual comercial con recepción de compensación de bienes de cualquier índole, no es ejercida de este modo simple y hasta cierto punto razonable, sino que se complica con trata de personas, explotación esclavizante, abuso de menores de edad, pagos precarios sin ningún beneficio social, y de manera especial, disminución de la dignidad de las personas adiestradas en este trabajo que habitualmente deben aceptar la explotación por parte de los contratantes, sin ninguna posibilidad de defensa de sus derechos.

Adriana Domínguez, titular de las delegación local del INADI, expresó con mucha crudeza la reprobación a estas actividades que se han convertido directamente en delictivas, no tanto por lo referido a la sexualidad sino por los abusos de la libertad personal, el  ocultamiento de sus verdaderos objetivos en la recolección de  “material humano”, el aprovechamiento de menores, la trata de personas de toda edad y condición, y un enriquecimiento  exagerado que las convierte en impunes frente a una cantidad de funcionarios comprometidos con sus ofertas.

Aunque muy pocos tienen en cuenta otro aspecto que quiero destacar, creo que ha de ser considerado con toda honestidad. Las prohibiciones morales provenientes de la iglesia católica particularmente, (mayoritaria en   nuestro país) con respecto a la sexualidad, son un elemento a tener en cuenta para una visión global del problema.

Que en el criterio de muchos, los prostíbulos sean el ambiente propicio para la iniciación sexual de los adolescentes, cuando se continúa en el empecinamiento de negar los derechos a una educación sexual en todos los aspectos por parte de todos los institutos educacionales, además de la familia, y desde lo primeros años, no parece lógico ni honesto.

Que la comunicación sexual prematrimonial sea considerada una degeneración y se prefiera cualquier otro desahogo sexual, al que pueda comenzar como comunicación amorosa en las parejas jóvenes, concientes del valor de la sexualidad corporal como la expresión plena del amor, es otro prejuicio que impulsa con frecuencia a opciones mucho más dañosas: el “con cualquiera menos con ella” es aceptado como viveza y  honestidad

La continencia perfecta, cuando no es objeto de opción libre motivada por algo que se considera más importante, lleva muchas veces a situaciones extremas de desahogo, venciendo la represión, y es origen, al mismo tiempo, de   situaciones de culpabilidad  por un lado o de  hipocresía por otro.

Todos estos elementos están impulsando desde un  enfoque insospechado, por el prestigio de la institución, a agravar el problema de la explotación sexual.

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