Preparar y desfigurar. Por Guillermo “Quito” Mariani

Se trata de dos actividades absolutamente contrapuestas. Preparar implica un trabajo de construcción, creatividad y orientación hacia un objetivo determinado. Desfigurar es un empeño malsano en el que puede gastarse mucho tiempo sin otro objetivo que la destrucción e el engaño.

No podemos quejarnos de falta de preparación de la navidad. El nacimiento de Jesús de Nazaret no cuenta con fechas exactas históricamente ya que los evangelistas no pusieron en eso su preocupación sino en el sentido de ese nacimiento.  Desde mitad del siglo 3ro. los cristianos adoptaron la fecha del 25 de diciembre. La afirmación de que la fecha se eligió para remplazar la fiesta pagana del dios Sol no es exacta ya que habría sido el emperador Aurelio hacia el 274 el que procedió al revés. Para contrarrestar la fiesta cristiana dio solemnidad en Roma a la fiesta del Sol.

Pero la tradición fijó  definitivamente esa fecha. Y no podemos quejarnos de que sobreviene imprevistamente, sin preparación. Quizás con mayor preparación que la que antecede a cualquier evocación de un acontecimiento feliz.

La liturgia eclesiástica realiza una preparación de cuatro semanas llamadas de Adviento o advenimiento. La tradición familiar elige el día 8 de diciembre para el armado del pesebre con las imágenes del nacimiento. O ya

El arbolito y papá Noel reemplazando el pesebre y la familia de Jesús. (esta innovación pertenece al escritor estadounidense Washington Irwin que en  sus cuentos del siglo XIX creó este personaje inspirado en el relato de la vida de San Nicolás de Myra, santo famoso del sigo IV por su bondad y generosidad) pero el consumismo capitalista, desde el mes de octubre o quizás con anterioridad comienza el muestrario de regalos, y alimenta la imaginación infantil con mezcla de elementos ligados a Jesús niño y a papá Noel viejo, pero siempre cargados de regalos.

La característica del mensaje de alegría y paz liberadora que de distintos modos se trasmite a través de esta festividad, lleva muchas veces a cortas treguas en las guerras más sangrientas, para hacer un paréntesis de vida en los campos de la muerte.

Resulta entoces, en varios casos, una auténtica, aunque pasajera actualización del mensaje navideño, como también lo es el espíritu festivo con que se recibe una buena noticia. Pero hemos de tener en cuenta que si sólo se trata de esas características, en la anticipación el mensaje no es preparatorio sino desfigurante.

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