Homilías Dominicales – Domingo 15 de Julio de 2012 – 15 durante el año litúrgico (ciclo”B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mc.6, 7-13)

Llamó Jesús a los doce y los envió de dos en dos comunicándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les encargó que no llevaran más que un bastón. Ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja. Quecalzaran con sandalias y no llevaran túnica de repuesto. Les decía también: cuando entren en una casa quédense allí hasta que se vayan del  lugar. Si en algún no los reciben ni quieren escuchar, váyanse de allí sacudiendo el polvo de sus pies en protesta contra ellos. Se fueron y proclamaban la conversión, expulsaban demonios y ungiendo con aceite a muchos enfermos, los aliviaban.

 

Síntesis de la homilía

La perspectiva de universalidad del mensaje está asociada con la compasión total del pueblo judío integrado por las doce tribus. Jesús es el indicador del pueblo nuevo que se va construyendo. Lo que después se llamará el reinado de Dios o el reino del Padre. Por eso la acción principal de los enviados es proclamar la conversión.  No se trata de predicadores que fustigan los males para que las personas se conviertan. No. Se trata de que el cambio ya está,  y hay que hacer conciencia del mismo. La austeridad de llevar el bastón para hacer posible el avance en los llanos y en los terrenos a accidentados y calzarse con el  calzado más simple y común, las sandalias, se completa con el aviso de no prever remedio para su hambre o su vestimenta, de modo que si se encontraran ante esa necesidad, dependieran de los demás para solucionarla.

Es cierto que hoy nos parecería descolocado observar a la letra estas prescripciones de Jesús que no solamente nos debilitarían físicamente sino que también acarrearían molestias a los demás. El mundo capitalista nos ha habituado a pensar que cada uno tiene que valérselas por sí mismo y arreglársela cuando  no ha sido previsor.

Pero el contenido más profundo puede extenderse a la iglesia de Jesús a la comunidad de sus seguidores, haciéndole ver la importancia del testimonio de la pobreza para favorecer la comunión y solidaridad entre los hombres. Ni nuestros templos sobrepasando hasta no hace mucho tiempo, la altura de los edificios más altos como signo de dominio; ni la fastuosidad de las ceremonias y ritos católicos, contribuyen como testimonios de conversión y cambio. Mas que a brindarse esa majestuosidad induce a pedir y no contribuye a la solidaridad evangélica,

Es significativo el detalle de quedarse en la casa que primero los aloje para provocar su adaptación a la gente,  sus costumbres, sus dificultades, sus proyectos. Variar de  casa y familia, no contribuye a adquirir una visión real del clima humano y social de una población. El polvo del calzado y los pies, es el resultado de caminar las calles de un lugar, como adhiriéndose a su historia y sus costumbre. Sacudir ese polvo significa el rechazo de esa cultura y esa gente.

Los discípulos acompañándose de dos en dos irán practicando la solidaridad de la convivencia. Su testimonio  será en primer lugar victoria sobre los espíritus inmundos del egoísmo y el aprovechamiento de los más débiles. Sin armas ni poder no podrán comportarse sino como iguales o necesitados de los demás y así irán aprendiendo a construir el reinado de Dios.

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