Homilías Dominicales. Domingo 23 de junio de 2013 – 12 del año litúrgico (ciclo”C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lc. 9,18-24)

Jesús estaba orando a solas. Sus discípulos estaban con él. Entonces le preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: para algunos eres Juan el bautista, para otros, Elías y para otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado. Pero para ustedes-les dijo-¿quién soy yo? Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: Tu eres el mesías de Dios. El les ordenó severamente que no repitieran eso a nadie. El hijo del hombre- les dijo – deberá sufrir mucho, será rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas. Será condenado a muerte y resucitará al tercer día.  Después dijo a todos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá y el que la pierda por mí, se salvará.

 

Síntesis de la homilía

Algo importante está por suceder. Jesús está orando a solas. Está pensando en su vida y sus decisiones delante del Padre de quien se considera enviado. Lucas nos lo presenta en oración  antes de cada decisión importante o nueva etapa de su vida.

Sus discípulos están cerca y esto provoca una inquietud en su meditación  ¿qué pensarán ellos, los más cercanos, los que él ha elegido para continuar con su misión? Y más aun, ¿qué pensará la gente acerca de su persona y su conducta? El primer paso, reconociendo que como gente sencilla esos pescadores habrán escuchado las opiniones de muchos que se cruzaron por su camino, les consulta sobre esas constataciones. Las respuestas son acertadas. La gente de pueblo, sin malicia y esperanzada desde sus necesidades, piensa en algún modo de presencia divina para ayudarla. Juan Bautista había sido la última luz encendida en el camino del pueblo. Podría ser que Jesús fuera el que tomara su bandera y su misión. Por otra parte, Elías era el precursor del mesías de acuerdo a Malaquías y era entendible que la gente identificara a Jesús con él o con alguno de los antiguos profetas. Jesús ha quedado satisfecho con la respuesta  de los discípulos y ataca entonces con la definitiva, la que lo inquieta por el porvenir del reino- para ustedes ¿quién soy?

La respuesta de pedro es entusiasta y triunfalista: Eres el mesías de Dios.

Lucas omite la reacción halagadora de Jesús para con Pedro y, en cambio se preocupa de diluir el triunfalismo, dando una visión distintas de su mesianismo. Es el enviado para afrontar las dificultades del poder que pervierte las relaciones sociales y oprime la dignidad de los seres humanos más desprotegidos y por eso va a enfrentarse a la persecución y la muerte, como testigo insobornable de la voluntad del Padre de instaurar un reinado de amor.

La advertencia final es dirigida a todos. Si por todo lo que ustedes han visto y escuchado sobre mí, quieren seguirme como hasta ahora, es indispensable que cada uno renuncie a sí mismo (“sí mismo es egoísmo”), tome su cruz de cada día (es decir sepa aguantar los inconvenientes de ser generoso, comprensivo y solidario) y así me siga por el camino que voy siguiendo yo, que es la voluntad de mi Padre. La aparente paradoja de que quien defienda sólo su vida la perderá y quien la pierda por el reino la encontrará se refiere lógicamente al sentido de la vida, ensimismada o generosa, opresora o liberadora, condenante o salvadora.

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