Homilías Dominicales. Domingo 21 de septiembre de 2014 – 25 durante el año litúrgico (ciclo “A”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Mt.20,1-16)

Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un propietario de campo salió de madrugada para contratar obreros y trató con ellos por una moneda de plata como jornal. Volvió a salir a media mañana y al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo “vayan también ustedes a trabajar a mi campo” y les pagaré lo justo. Y ellos fueron. Volvió a salid a mediodía y media tarde e hizo lo mismo. Ya al caer la tarde volvió y, encontrando todavía a otros les dijo ¿cómo se ha quedado aquí todo el día sin hacer nada.? Ellos le respondieron: nadie ha venido a contratarnos. Les dijo entonces: vayan también ustedes a mi campo.

Al terminar el día el propietario digo al administrador: Llama a los obreros y págales el jornal comenzando por los últimos. Fueron los que habían llegado al atardecer y recibieron una moneda de plata. Cuando llegaron los primeros creyeron que ibn a recibir mucho más, peo recibieron también una moneda de plata.

Al recibirla protestaban contra el propietario, diciendo: Estos últimos trabajaron sólo una hora y les dan lo mismo que a nosotros que hemos soportado el calor y el peso del trabajo durante todo el día. Llamando a uno de ellos el propietario le dijo “Amigo, no soy injusto contigo.¿acaso no habíamos tratado por una moneda de plata? Toma lo que es tuyo y vete. Yo quiero dar a éste que llegó último lo mismo que a ti. ¿ Por qué vas a tomar a mal que yo sea bueno? ¿No puedo disponer de mis bienes como me parece?

Así concluyó Jesús, los últimos resultarán primeros y los primeros, últimos.

 

Síntesis de la homilía

La conducta de este propietario resulta para nosotros una rareza. Sale a buscar obreros para su campo. Aquí la gente desempleada tiene que salir a buscar trabajo o resignarse, en el campo a vivir en condiciones deplorables. El afán de que no queden desocupados los que en la plaza esperan ser contratados, lo mueve a salir repetidamente a buscarlos.

Y en su concepto de justicia no juega solamente el cumplimiento de las condiciones del acuerdo contractual, sino en la contemplación de cada caso para remediar lo que por diversas causas no está al alcance, de cada uno. ¿No estará fomentando la pereza con esta actitud de darles esa especie de subsidio a los que esperaron para ser contratados hasta el final del día? La compasión y la comprensión son virtudes humanas que dan sentido a la vida y este hombre no aferrado a sus propias posesiones para sacarles todo el fruto posible, vive esas virtudes tan beneficiosas comunitariamente.

Ni hay que pensar en lo que esta conducta merecería en el ambiente individualista de acumulación de capital que vivimos, aprovecha por algunos pocos y codiciados, sin posibilidades de acceder por las mayorías que esperan ser asimiladas e incluidas en los beneficios de la vida en comunidad.

Queda absolutamente claro que la parábola dirigida a los que en el orden de preferencia frente al Gran Propietario se consideraban privilegiados y primeros no tienen para Jesús esa primacía como un derecho inalienable sino que están muy cerca de que una cantidad de elementos que movilizan a la sociedad que de primero puede hacerlos pasar a últimos por haberse negado a los esfuerzos   de igualización para romper las diferencias irritantes que han contribuido a mantener en la sociedad. El remedio real para cambiar, aunque sea paulatina y costosamente, las condiciones sociales de injusticia, debe colocarse es insistir permanentemente en el logro de igualdad de oportunidades no sólo para unos pocos sino para la mayoria, en un espacio social de convivencia, progreso y felicidad.