Homilías Dominicales. Domingo 25 de enero de 2015 – 3ro. durante el año litúrgico (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema: (Mc.1, 14-20)

Después de que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí anunciaba la buena noticia de Dios, diciendo: Ya ha llegado el tiempo. El reino de Dios está muy cerca. Conviértanse y crean la buena noticia” Mientras iban por la orilla del lago de Galilea, vio a Simón y su hermano Andrés que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo:”Síganme y yo los voy a hacer pescadores de hombres” Inmediatamente ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Avanzando un poco vio a Santiago hijo de Zebedeo y a su hermano Juan que estaban también en la barca arreglando las redes. Los llamó y ellos dejaron en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros y lo siguieron.

 

Síntesis de la homilía

Los rabinos eran elegidos por los que decidían ser sus discípulos. Jesús elige a los suyos.

No se trata, como decían los rabinos de seguir a Yahvé siguiéndolos a ellos, se trata de seguir a Jesús como persona con una conducta y una misión concreta.

Hay una cierta urgencia para proclamar el reino. Para pescar hombres. Por eso les hace dejar de pescar en el mar y ellos se suman inmediatamente. No hay que desaprovechar esa urgencia de seguimiento que Jesús contagia con su llamado. Juan ha sido apresado. Jesús comienza de inmediato a cumplir con su vocación de establecer el reinado de Dios. No se queda en el desierto alejado del templo y de la ciudad. Sí prescinde absolutamente de las autoridades religiosas porque su vocación es establecer un reinado distinto, revolucionario, creador de nuevas relaciones entre los hombres y con una dimensión universal. Por eso entra y predica en la ciudades poniéndose en contacto con las inquietudes, sufrimientos y esperanzas de los hombres concretos que en ellas se mueven. Se ha tratado de explicar de muchos modos las vocaciones contemplativas y monacales. Existía un movimiento monacal muy fuerte y prestigiado en tiempos de Jesús. Los esenios, opuestos como Juan a la conducción en el cumplimiento de la Ley de Moisés, desfigurada por las alianzas con el poder romano, de los sacerdotes, escribas y fariseos. El bautista estaba influenciado por ellos. Jesús no los nombra ni llama a imitarlos. Su vocación es testimoniar y comenzar a realizar el cambio que significa el reinado de Dios como Padre de todos, el Dios Amor. La oración adquiere toda su fuerza como impulso para esa gesta social y complicada con la realidad, no como alejamiento para concentrarse en la contemplación. Y en realidad, toda la influencia orientalista que se ha asimilado por el cristianismo, ha seguido ese camino no de la pura contemplación, sino de la contemplación del cielo unido a la tierra para impulsar y fortalecer la transformación interior y de la realidad exigidas por el reino.

No está demás hacer la advertencia de que “pescadores de hombres” no tiene el sentido que hoy le daríamos que es el de un proselitismo basado generalmente en engaños o falsas promesas. El sentido es absolutamente opuesto, si se `piensa que, para los judíos, alejados del mar, éste era símbolo de el gran foso en que se albergan todos los males de la humanidad. Casi podríamos decir “el mar es el mal”. Sacar a los prisioneros de ese mar, los peces, era liberarlos del mal. Así se entiende la metáfora de hacer pescadores de hombres, aunque muchas veces en las prácticas pastorales eclesiásticas, como en las de la mayoría de las sectas actuales, el recurso de ligar el acercamiento a la comunidad religiosa con la obtención de un lugar privilegiado ante Dios que así se dispondrá a llenarnos de sus favores y solucionar todos nuestros problemas.

 

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