Homilías Dominicales. Domingo 24 de Mayo de 2015 – Festividad de Pentecostés (ciclo “B”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema; (Juan 20,19-23)

Al atardecer del día primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar en que se encontraban los discípulos por temor a los judías, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos les dijo Shalom!(paz con ustedes) Mientras le decía esto, les mostraba las manos y el costado. Viéndolo los discípulos se llenaron de gozo. Jesús les repitió ¡Shalom! Como el Padre me envió, yo los envío a ustedes Y diciéndoles esto sopló sobre ellos y añadió “Reciban el santo espìritu de Dios. Los pecados serán redimidos (perdonados)a quienes ustedes liberen (los perdonen) y quedaran esclavizando (retenidos) a quienes no puedan liberar.

 

Síntesis de la homilía

Para Juan esta visita de Jesús, como experiencia de la fe y confianza de los discípulos, quiere insistir en que fueron elegidos para una misión que les queda por cumplir, después de lo realizado por Jesús. Los detalles que aportan, de acuerdo a su estilo, cada uno de los relatores de evangelio, se diversifican por su contenido y objetivo. Juan, evangelista tardío, considera muy necesario reforzar en los seguidores de Jesús el compromiso de proclamar los secretos del reino. Por otra parte ya en su tiempo había quienes adueñándose indebidamente del mensaje trasmitido, habían dado diversas interpretaciones no coincidentes con los valores del reinado de Dios y su valor principal la vigencia del amor en todos los niveles de las relaciones humanas. Para eso había que asegurar que la misión era la encomendada por el Padre a Jesús y nada distinto de aquello. Y además también se hacía indispensable restablecer la confianza en la fuerza interior, que los animaba a vencer las dificultades y emprender con optimismo la tarea liberadora, iniciada y ejemplarizada por Jesús y continuada por sus primeros discípulos.

La cuestión del perdón de los pecados resulta fundamental para la mentalidad judía tradicional. Yahvé es el Dios poderoso cuyos enemigos sucumben ante su poder y cuyos amigos progresan en la medida de su fidelidad. La novedad inaugurada ya en la historia evangélica de Jesús cuando al paralítico bajado por el techo le dijo “tus pecados te son perdonados” y respondiendo a la murmuración de los fariseos ¿quién puede perdonar sino Dios? indicó al paralítico “toma tu camilla y vete a tu casa” , resulta central en la propuesta del reino., pero no desde la imagen de un Dios administrador de justicia, que premia y castiga, sino de un Dios Padre que, con la generosidad de su perdón como solución de la debilidad interior y de los males exteriores, quiere extender el espacio de su liberación, con la multiplicación de los trasmisores de ese perdón.

La posibilidad de “no perdonar” que parece concluirse del texto literal y ha sido muy insistida por una tradición muy cuestionable, como expresión de poder, no se refiere entonces a condenar sino a comprometerse con un perdón que se empeñe en el remedio o desaparición del mal. A eso, más que a la transmisión de un poder, se refiere el soplo del espíritu que es una especie de renovación interior para comprender, compadecer y liberar. Entendida esa misión como parte de la novedad cristiana del Dios padre-madre, constituye un impulso para ayudarnos constantemente, en el contacto con la realidad cotidiana a ser   diligentes en conocer y comprender la realidad de cada uno para quitarle a la evangelización católica esa especie de trauma condenatorio que ha alejado y afectado a muchos, innecesaria y a veces injustamente.