Homilías Dominicales. Domingo 29 de mayo de 2016 (Festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo) Por Guillermo “Quito” Mariani

 Tema (Lucas 9, 11-17)

Jesús estaba hablando a la gente sobre el reinado de Dios y había curado a varios enfermos. Al atardecer se acercaron los Doce y le dijeron: Nos parece que ya es tiempo de despedir a la gente para que vayan a descansar y buscar comida a los lugares vecinos, porque aquí donde estamos no hay nada. Dénles de comer ustedes mismos, les respondió Jesús No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados, dijeron ellos, para dar de comer a tanta gente.  Tendríamos nosotros que ir a buscar alimentos. Los que estaban allí eran unos cinco mil hombres. Entonces,  Jesús les dijo :Háganlos sentar en grupos de cincuenta. Luego, tomó los cinco panes y los dos pescados y pronunció sobre ellos la bendición, alzando los ojos al cielo. Partió los panes y los fue entregando a los discípulos para que os repartieran. Todos comieron hasta saciarse y de las sobras recogieron doce canastas.

 

Síntesis de la homilía

El relato de Lucas presenta varios detalles objetivos, como el alerta de los discípulos por el hambre de la gente, el horario del atardecer, la cantidad de alimentos que llevaban en su morral los discípulos (la porción habitual de quien salía de casa por un día) la configuración desértica del lugar. Otros detalles no son verosímiles. Constituyen la configuración escenográfica para dar sentido de señal al acontecimiento. El recurso de agruparlos de a cincuenta es una imitación del estacionamiento de las legiones romana cuando se detenían para alimentar a las cinco mil personas que las constituían. La primera respuesta de Jesús “dénles ustedes de comer”, indica claramente que no basta con diagnosticar una situación sino que hay que hacerse cargo de lo que ella exige o sugiere. Así como  la dificultad presentada por los discípulos es absolutamente razonable.  La bendición, una invocación al Padre del cielo contenida en la oración enseñada por Jesús inspira el gesto de Jesús que, tomando lo de los discípulos, empieza a partir y repartir entre ellos para que lleven a la gente sentada. Doce hombres repartiendo un pedazo de pan y pescado a cinco mil tampoco resulta verosímil, pero esto es lo que convierte el relato en un mensaje importante. Hay un alimento que puede saciar al hombre y es la palabra. La palabra enseñada, aprendida y convertida en modo de conducta y acción.  Esa es la “palabra” la EDUCACIÓN, diríamos nosotros que hace que los dones de este mundo para alcanzar para todos deben ser compartidos y que el milagro no es que unos cuantos lleguen a la saciedad de los bienes materiales dejando a los otros morirse en el hambre y la miseria, como sucede muchas veces muy ostensiblemente entre nosotros, sino abrirse para compartir que, muchas veces puede llevar a la convicción de que lo que parecía  poco alcance y sobre, gracias a esa “educación” esa actitud interior de no dejar vacías las manos extendidas.

Así, la orden de Jesús no es una ridiculez sino una lección para que esos hombres seguidores suyos y su mensaje de un reinado de Dios que cambie las relaciones humanas, desde la mezquindad a la generosidad, desde el acaparamiento a la distribución, desde la exclusión a la incorporación, desde la miseria y abandono al acceso a los derechos esenciales.

Un ideal propuesto, acariciado y a veces tomado en serio con variables resultados, pero desechado por un sistema globalizado de injusticia y cultivo de las desigualdades irritantes que es el capitalismo descarnado y deshumanizante.

 

                                                                                      

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