Homilías Dominicales. Domingo 24 de Julio – 17 del año litúrgico (ciclo “C”) Por Guillermo “Quito” Mariani

Tema (Lucas 11,1-13)

Jesús estaba orando y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar así como Juan enseñó a sus discípulos.

El les dijo: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre; que venga tu reino; danos nuestro pan cotidiano, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden; y no nos dejes caer en tentación.

Y agregó: Supongamos que alguno entre ustedes va a buscar a un amigo a medianoche para decirle: Amigo préstame tres panes porque un amigo llegó de viaje y no tengo qué ofrecerle” Y desde adentro él le responde: No me molestes. Ahora la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados.  No puedo levantarme para dártelos”

Yo les aseguro que aunque no se levante por ser su amigo, se levantará a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario, También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.

¿hay entre ustedes algún padre que cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?

Y si le pide un pescado le dará una serpiente? Y si le pide un huevo le dará un escorpión? Soi ustedes que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el padre del Cielo enviará su espíritu a quienes se lo pidan?
Síntesis de la homilía

La enseñanza no consiste en mandar a los discípulos que memoricen a la letra la oración que él les recita respondiendo a su pregunta de cómo deben orar, ya que él  lo hace con tanta frecuencia. La tradición, añadiendo palabras supuestamente aclaratorias al texto trasmitido por los evangelios de Lucas y Mateo ha contribuido a que se tome como una oración inmutable para recitar personal o comunitariamente. En realidad se trata de un modelo de oración que contiene toda la riqueza de la auténtica relación con el Dios de Jesús.  Padre (“que estás en el cielo” constituye una localización del Dios que es todo en todos) La palabra “Abba” con que comienza Jesús está hinchada de ternura y nos contacta con un Dios adentro de su creación y particularmente en el interior del ser humano con la presencia que, a la vez caracteriza y supera la protección omnipresente de los padres en la vida y el corazón de sus hijos.”venga tu reino” es, en labios de Jesús un anuncio esperanzado de la realidad de ese reino y la intrducción de un anhelo cada vez más comprometido de construirlo como clima de relaciones fraternales. La alusión al cumplimiento de la voluntad divina en toda la creación (cielo ) evoca la sabiduría y ordenamiento cósmicos como conducta a observar por el ser humano(tierra) en orden a conseguir su felicidad y la de sus hermanos los hombres.”danos nuestro pan cotidiano”, recuerda el maná en el desierto que calmó el hambre del pueblo en el desierto con el fruto de las raquíticas plantas del desierto que desconocían. Y alude a la necesidad fundamental del ser humano. Ese derecho tantas veces pisoteado de que a nadie le falte el pan. Hacerlo parte de nuestra relación con el creador alude a la vez a agradecer la fecundidad de la creación que proporciona una variedad de alimentos como a la responsabilidad especial de los hombres para manejar y transformar los frutos de la tierra en alimento sostén de las vidas humanas. La necesidad del perdón de las ofensas no puede estar ausente en una relación con el Dios que es, por excelencia, perdonador porque es amor y comprensión absoluta. El paralelo entre nuestro perdón y el divino no es una pretensión de poner como modelo nuestros perdones con el suyo sino indicar nuestra disponibilidad para trasmitir el regalo de su perdón a nuestros hermanos. Esta frase merece siempre una explicación profunda  porque no se trata de cualquier clase de perdón como el que implica indiferencia o complicidad con el mal que se realiza o desea, sino de un perdón como el divino que implicando amor abraca también reparación y enmienda. Las últimas peticiones, referidas a la presencia del espíritu del mal(no nos dejes caer en tentación inducidos por el maligno disfrazando el egoísmo, el ansia de dominio, el orgullo centralista y menospreciante,  con la opresión, la injusticia,la hipocresía…. nos ponen en alerta contra la tentación que consiste en eso precisamente: en disfrazar los pecados de virtudes, los proyectos dañosos en maravillas beneficiosas.   Rezar el llamado “Padre nuestro” es, en el fondo,adentrarse en la profundidad del plan del reinado de Dios en la vida y la acción de Jesús de Nazaret

 

 

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